Capítulo treinta y cuatro.

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Antes de cenar, llamé a mi madre en conferencia con Hannah para que no sospechara y luego me senté a la mesa con Kellin para comer. Nos enfrascamos en una patética discusión acerca de qué libros eran mejores, para después argumentar sobre la música que nos gustaba.

La cena fue un completo debate, y sinceramente, me encantaba que Kellin siempre defendía lo que creía a capa y espada.

Recoger la mesa fue una danza cómoda entre él y yo.

El silencio era cómodo y nuestros cuerpos se rozaban constantemente mientras lavábamos los platos y recogíamos el desastre hecho.

Cuando terminamos, me dirigí al cuarto de baño para ponerme el pijama y me maldije mil veces por no haberlo metido a la bolsa, ¿Cómo podía ser tan descuidada?

Salí del baño vestida con mi ropa y Kellin había puesto una bonita balada de Steve Wonder.

—¿Lista? —dijo al sentirme cerca.

Hice una mueca. —En realidad no. Olvidé mi pijama.

Una sonrisa maliciosa se extendió por el rostro de Kellin y dijo con voz ronca —Podrías dormir en...

—¡No voy a dormir en ropa interior, Kellin Quinn! —lo interrumpí, sonriendo.

Hizo un puchero y maldijo entre dientes.

—No perdía nada con sugerirlo —dijo encogiéndose de hombros. —. Espera aquí.

Subió las escaleras con el bastón aferrado en su mano derecha y me quedé en la sala unos minutos.
Deambulé por los muebles y mi vista encontró una fotografía enmarcada; en ella, Mary, Kailey y Kellin sonreían.

Vestían casualmente y miraban a la cámara.

Mis ojos se posaron en la mirada de Kellin. Daría lo que fuera porque ésos ojos verdes me miraran... Suspiré.

—¿_______? —dijo Kellin.

Pegué un salto de la impresión e intenté parecer normal. —Aquí estoy —susurré.

Caminé en su dirección y vi que llevaba algo en la mano.

—Toma. —dijo extendiendo su mano.

Tomé lo que me ofrecía y pude ver una playera azul marino perfectamente doblada y unos bóxers de licra negros. Me ruboricé ante la idea de utilizar ropa de Kellin.

—¿Q-Quieres que duerma con ésto? —tartamudeé. Los vellos de mi nuca se erizaron por completo.

Pasó un brazo por detrás de mi cuello y apartó mi cabello hacia a un lado. Besó la base de mi cuello y murmuró contra mi oído —Sin nada más abajo.

Me atraganté al escuchar su sugerencia y de pronto, tenía un calor infernal.

Di un paso fuera de su alcance y me dirigí al cuarto de baño. ¡Maldita sea!, sólo Kellin podía ponerme así de nerviosa y ansiosa.

Me eché agua helada en la cara y el cuello intentando tranquilizarme y luego me deshice de mi ropa.

Me enfundé la playera de Kellin y me deshice del sujetador sintiéndome una completa descarada; después, me deshice de mis shorts.

Definitivamente no iba a quitarme la ropa interior así que deslicé los bóxers de Kellin sobre mis bragas.

Cuando salí a la sala, Kellin estaba recostado en el sillón escuchando música.

Me acerqué a él y me acurruqué a su lado. Él paseó su mano perezosamente sobre mi espalda y sonrió maliciosamente.

—¿Qué? —dije, apoyando mi barbilla sobre su pecho.

—No usas sujetador —dijo pasando su mano por mi espalda. —. Habría sentido el broche.

Estaba segura de que mis mejillas se habían puesto de un color rojo intenso pero no dije nada, sólo hundí mi cara en su pecho con vergüenza. La risa de Kellin vibró en su pecho haciéndome estremecer.

—Tan hermosa... —tatareó deslizando su mano debajo de la playera y acarició mi espalda irritada por el sol.

—Éso es delicioso —murmuré adormecida por su suave caricia.

—Vamos a la cama —murmuró mientras besaba mi sien.

Me levanté a regañadientes y subimos a su habitación. Paseé mi vista por sus muebles, notando algunas fotografías que no estaban ahí la última vez que fui. Cuando me di cuenta, Kellin ya estaba semidesnudo frente a mi.

—¡Santo Dios! —murmuré.

No estaba acostumbrado a verlo de aquella manera. Él sonrió maliciosamente y se metió a la cama.

—Ven aquí, hermosa —dijo.

Caminé lentamente hacia la cama y me recosté a su lado dándole la espalda. Él me envolvió en sus brazos por detrás casi de inmediato y sonreí.

Sus manos se deslizaron debajo de la playera holgada y acarició mi estómago lentamente.

—Kellin... —le advertí.

—¡Está bien!, ¡Está bien! —dijo sacando sus manos inocentemente.

—¿Kellin? —murmuré.

—¿Mmm Hmm?... —tatareó.

—¿Qué fue exactamente lo que te sucedió?, ¿Qué pasó contigo que ahora te impide ver? —jamás lo había preguntado. Jamás lo había hecho, pero tenía mucha curiosidad.

Pude sentirlo tensarse detrás de mi y me maldije por haber preguntado. Estaba claro que él no quería decírmelo.

Suspiró.

—Al parecer, cuando nos accidentamos, me golpeé el Lóbulo occipital, el que se encarga de digerir la información visual que viaja a través de la retina. Al golpearme, mi lóbulo occipital se inflamó tanto que obstruyó mi capacidad visual. La inflamación no cesó porque hay venas obstruidas y éso causa mi ceguera. —me explicó.

—Entonces, si tu lóbulo occipital llegara a desinflamarse... —comencé.

—Podría ver —terminó Kellin.

Mi corazón se hundió en mi pecho. Debía ser frustrante saber que una simple inflamación le impedía ver.

—¿Te molesta que no pueda verte? —dijo Kellin con dolor en la voz.

Me retorcí entre sus brazos hasta quedar frente a él.

—Amo que no puedas verme —susurré acariciando sus mejillas con mis manos.

Él cerró los ojos ante mi contacto y pegó su frente a la mía. —¿Por qué no quieres que te vea?

Sonreí tristemente y me sinceré —Temo que cuando me veas, no te guste. No soy para nada como Kate. No tengo una figura bonita, ni el cabello brillante y sedoso, ni un color de piel lindo, ni ojos de color... Soy solo..., yo.

Él abrió los ojos. La intensidad estaba pintada en su rostro.

—No me interesa como te mires. Si eres gordita, delgadita, alta, bajita, rizada, lacia, de ojos grandes y pequeños..., para mi, eres perfecta por quien eres. Te amo por como eres...

Su voz se desvaneció y se convirtió en un suave murmullo. No lo escuchaba más, mis pensamientos se precipitaban a un solo punto: Él acababa de decirme que me amaba. ¡Él acababa de decirme aquellas dos importantes y hermosas palabras!

Mi corazón comenzó a golpear con fuerza contra mis costillas, mi respiración se detuvo, mis manos sudaron y me quedé helada por un segundo.

—¿M-Me q-qué? —tartamudeé.

Él se quedó callado con el ceño fruncido antes de que el entendimiento surcara su rostro.

—¿M-Me amas? —pregunté casi sin aliento.

El rostro de Kellin palideció. El miedo se reflejó en sus ojos.

—_______, y-yo...





***

Though I Can't See You (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora