Capítulo cuarenta y tres.

532 48 20
                                    


—________ amor, por el amor de Dios, ven a la cama —se quejó Kellin.

—Quiero ir al baño —susurré en la oscuridad.

Todo el cuerpo me dolía debido a nuestras actividades anteriores; sin embargo, necesitaba ir al baño.

Una risa ronca resonó en la oscuridad y me ruboricé.

Entré al baño de la habitación de Kellin  y encendí la luz; pude ver mi desnudez en el espejo y otro rubor se extendió por mi rostro. Definitivamente, necesitaba ponerme algo de ropa.

El alivio llegó a mi, cuando hice mis necesidades y cuando salí del baño, busqué a tientas mi ropa.

—_______, ven a la cama —dijo Kellin con la voz adormilada.

—Necesito mi ropa interior —mascullé mientras me agachaba buscando a tientas en el suelo.

Kellin suspiró.

—Abre el cajón de la cómoda, el de la izquierda —me dijo.

Hice lo que me pidió y me topé con el cajón de su ropa interior.

—Toma unos bóxers y ven aquí —dijo.

En sus labios bailaba una sonrisa burlona. Yo me ruboricé, pero tomé un bóxer negro y lo deslicé por mis piernas.

Abrí otro cajón y tomé una playera antes de meterme en la cama.

—Te pusiste una playera —se quejó Kellin.

—¿Te gusta tenerme toda desnuda en tu cama? —bromeé.

Una risa ronca brotó de la garganta de Kellin y susurró —Me encanta.

Sin decir una palabra más, deslizó sus manos alrededor de mi cuerpo, mientras enterraba su cabeza en el hueco de mi cuello.

—Duerme un poco más —murmuró contra mi cuello y presionó un beso suave.

~*~

Una pierna grande alrededor de mis caderas, no me dejaba moverme, mientras un pesado brazo caía sobre mi cintura.

Intenté moverme de la prisión que formaba el cuerpo de Kellin pero era imposible y me quejé. Todo el cuerpo me dolía; era como si hubiera corrido una maratón sin descanso.

Kellin dormía profundamente y yo moría de calor. El sol entraba de lleno en la ventana. Probablemente eran las doce del día y nosotros aún seguíamos en la cama.
Intenté moverlo para liberarme y hacerle algo de desayunar pero era imposible.

Moví su brazo con cuidado de despertarlo e intenté deslizarme fuera de su pierna sin éxito.

Kellin se removió un poco y liberó la mitad de mi cuerpo.

Tras un par de intentos, pude liberarme de su pierna y sonreí victoriosa.

Me senté en la cama y justo cuando iba a ponerme de pie, un brazo se enrolló en mi cintura.

—¿A dónde crees que vas? —ronroneó la voz de Kellin.

Mi corazón dio un vuelco y Kellin tiró de mí hasta recostarme en la cama nuevamente...

Comenzó a presionar varios besos en mi cuello y mi hombro juguetonamente, mientras me hacía cosquillas con las manos.

—¡Kellin! —me quejé entre risas.

—¡Ven aquí! —gruñó juguetonamente mientras me tiraba a la cama y se posicionaba sobre mí. Su cuerpo presionando el mío.

—Déjame ir —me quejé bromeando.

—Nunca —susurró con intensidad.

El corazón me dio un vuelco al escuchar la promesa implícita en ésas palabras y me estremecí por completo.

Sin decir una palabra más, salimos de la cama, no sin una sesión matinal de besos.

Kellin se vistió con unos pantalones de pijama y bajamos a la cocina para encontrarnos a una soñolienta Kailey.

—¡Ew!, ¡Ew, ew, ew! —chilló al vernos.

Miré hacia abajo y recordé que vestía ropa de Kellin y que él sólo vestía unos holgados pantalones. El rubor se extendió por mis mejillas mientras Kailey reía estruendosamente.

—¡Cállate, escandalosa! —bromeó Kellin.

—Definitivamente una imagen de ustedes dos vestidos de esa forma, no es lo que deseo ver por las mañanas. —dijo con ironía mientras se servía una taza de café.

Yo reí bobamente mientras Kellin me rodeaba con sus brazos.

—Daría lo que fuera por tener ésa imagen yo también —murmuró.

El silencio invadió toda la estancia y yo me aclaré la garganta para calmar los ánimos.

—¿Huevos y tocino? —sugerí.

—Suena delicioso. —canturreó Kellin mientras nos abríamos paso a la estufa.

Después de desayunar, me dediqué a lavar los platos mientras Kellin ayudaba a Kailey a recoger la mesa.

La puerta de la entrada sonó y, para entonces, yo estaba secando mis manos.

—¿Podrías abrir? —pidió Kailey.

Yo asentí y corrí hasta la puerta para abrir la puerta. El corazón se me heló en el pecho ante lo que vi.

Una chica rubia de ojos hermosos y cabello rizado me miró de arriba a abajo.

—¡ERES UNA ZORRA! —me espetó Kate.

Though I Can't See You (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora