Capítulo cuarenta y cuatro.

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  —¡ERES UNA ZORRA! —me espetó Kate.

Una extraña y poderosa sensación de coraje me invadió por completo. Mi mandíbula se apretó con fuerza, mis nudillos me dolían, una extraña picazón me llenó las manos; quería golpearla. Estaba furiosa y de pronto, mi mano voló hasta conectar con la mejilla de Kate, en una cachetada limpia y fuerte.

Un grito ahogado salió de su boca y su mejilla se volvió roja en un instante. Sus ojos se encontraron con los míos y me regresó el golpe con intensidad.

Yo cerré mi puño y lo conecté con su mandíbula haciéndola caer contra la fachada, y un grito detrás de mi me sacó de mi estado furioso.

Un par de manos delicadas se posaron alrededor de mis brazos, tirando de mi hacia atrás.

—¡Ven aquí, _______!, ¡Ven! —la voz de Kailey sonó detrás de mi.

Era ella quien me estaba sosteniendo.

—¿Qué demonios está pasando? —la voz angustiada de Kellin me hizo voltear a verlo y la angustia se filtró por mis pensamientos.

¿Acababa de golpear a Kate?, ¡Dios mío!...

La realidad de mis actos me golpeó y sentí mi pecho encogerse. Jamás había reaccionado así ante nadie y éso me asustó.

—¡Vine a hablar contigo y ésta estúpida me golpeó! —chilló Kate poniéndose de pie.

Un hilo de sangre carmín rodaba por su boca.

—¡M-Me insultaste primero! —solté tartamudeando por la adrenalina.

Las mejillas de Kate se encendieron con coraje y la furia volvió a crecer dentro de mi.

—Déjennos solos —dijo Kellin.

Yo me volví para mirarlo, incrédula.

—¿Q-Qué? —susurré.

Kellin volvió a hablar.

—He dicho que nos dejen solos.

—¡Kellin, pero...! —comenzó Kailey.

—¡Maldita sea!, ¡Déjenme a solas con Kate! —espetó Kellin y sus palabras me golpearon como un látigo.

Las lágrimas picaron dentro de mis ojos y el nudo en mi garganta se volvió intenso. ¿Kate me había insultado y él quería estar a solas con ella?, apreté mis manos en puños antes de caminar serenamente hacia las escaleras, rumbo a la habitación de Kailey, no sin antes mirar la cara de satisfacción de Kate.

Kailey me siguió y cerró la puerta detrás de mi.

—_______... —comenzó Kailey.

Me volví y cerré los ojos, liberando las lágrimas que había contenido hasta ese momento.

—¡No llores, por favor! —dijo acercándose a mi, enredando sus brazos en mis hombros.

Yo solté un sollozo y enterré mi cabeza en su hombro llorando. No podía entender qué diablos tenía que hablar Kellin con ella y sobre todo por qué tenía que ser a solas.

Mi pecho se hundió una vez más.
El coraje me invadió y salí de la habitación de Kailey determinada.

—¡_______! —me llamó.

Entré a la habitación de Kellin y me desnudé. Tomé mi ropa y volví a ponérmela, me cepillé el cabello y me lavé la cara; tomé mis zapatos y para ese entonces Kailey ya se encontraba en la habitación.

—¡Oh, Dios mío!, ¡¿No te vas a ir, verdad!?, no puedes darle ese gusto, _______ —dijo con angustia en la voz.

Yo ni siquiera la miré.

Me puse los zapatos y caminé rumbo a la puerta.

Kailey me obstruía el paso.

—¡No dejaré que te vayas! —me dijo.

—Déjame salir —siseé.

—¡No! —me soltó.

—¡Kailey, apártate de mi camino! —chillé.

—¡No! —dijo.

Yo hice acopio de toda mi paciencia y la empujé haciéndome paso escaleras abajo.

Cuando llegué a la puerta, podía escuchar las voces de Kate y Kellin y la curiosidad me invadió.

Me acerqué un poco a la estancia y escuché claramente.

—¿Estás diciéndome que si quiero que tu papá solvente la operación, tengo que estar contigo otra vez? —dijo Kellin con la voz ronca e incrédula.

El silencio lo invadió todo.

—Si —dijo la voz de Kate.

—¡Estás enferma! —soltó Kellin.

Una risa amarga salió de su garganta y yo me estremecí. Era una risa sin humor.

—Entonces, quédate ciego —siseó Kate.

—¡Me encanta estar ciego, Kate! —dijo Kellin.

—¡Si vieras a tu noviecita te darías cuenta del error en el que estás!, ¡No es nada como yo!

—¡Claro que no es nada como tú!, ¡Por eso estoy enamorado de ella! —espetó Kellin.

El corazón me dio un vuelco y me mordí el labio inferior.

—¡Es tan insignificante!, ¿Te ha dicho como es realmente? —chilló Kate con coraje impreso en la voz —, ¡Es una "Don-nadie"!

—¡Y YO LA AMO, KATE!, ¡LA AMO!, ¡SIENTO POR ELLA LO QUE NUNCA VOY A VOLVER A SENTIR!, ¡¿ES QUE NO LO ENTIENDES!?

Aquellas palabras se incrustaron en mi pecho. Kellin realmente me amaba. Estaba dispuesto a no hacerse aquella operación con tal de estar conmigo, y yo lo amaba por eso.

Though I Can't See You (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora