Capítulo cincuenta y uno.

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Los días pasaban. Unos más lentos, otros más rápidos; y pronto, sin siquiera darme cuenta, había pasado un mes.

Un mes en los que, lo poco que sabía de Kellin era lo que escuchaba por Oliver o Hannah.
Andy y yo nos habíamos vuelto buenos amigos. 

Le costó un poco de trabajo entender que yo no quería tener absolutamente nada con nadie, pero cuando lo aceptó, su amistad se convirtió en un pilar increíble en mi vida.

Ni una sola llamada, ni un solo mensaje..., absolutamente nada proveniente de Kellin.
Había visto a Mary un par de veces en casa, charlando con mi mamá, pero cada que trataba de abordarme, le rehuía con algún pretexto bobo.

No había dejado de trabajar. 

En cierto modo, el ir a la escuela en las mañanas y trabajar por las tardes, me mantenía distraída y ocupada. Lejos de mis pensamientos tortuosos sobre Kellin.

—Kellin va a operarse —dijo mi mamá mientras lavaba los platos de la cena.

Me congelé al instante. 

Esperaba escuchar cualquier cosa, menos eso. ¿Kellin de verdad iba a operarse?, ¿Iba a hacerlo?
Una extraña sensación de dolor y alegría se apoderó de mi pecho. Cerré mis ojos con fuerza mientras inhalaba aire, intentando recuperarme de la impresión.

—¿T-Te lo dijo Mary? —tartamudeé.

—Sí. Quería decírtelo ella misma, pero no llegaste temprano. —dijo mi mamá.

—Eso es... —comencé a decir —, eso es... Genial.

—Al parecer, Kellin y su papá arreglaron sus problemas hace unos días. —continuó mi mamá.

El plato que lavaba se me resbaló de las manos y cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos.

—¡Jesús! —exclamó mi madre.

—¡Lo siento!, ¡Lo siento!, ¡Lo tengo!, ¡No te muevas!, ¡Ya lo limpio! —dije saliendo precipitadamente en busca de una escoba..., y aire fresco.

En cuanto salí al patio, sentí el nudo de mi garganta extenderse. 

Estaba tan feliz. Tan eufórica, tan... triste. 

Me habría encantado compartir todo esto con él; y él no me quería cerca. Él no me quería en su vida y se había encargado de demostrármelo una y otra vez a lo largo de éste mes.

Ni una llamada.

Ni una sola jodida llamada. Eso era suficiente para que yo supiera que Kellin no me quería en su vida. 

Dolía. Y dolía peor que cualquier maldita cosa en la vida, pero tenía que vivir con ello.
Cuando entré a la cocina, limpié el desastre e inmediatamente, subí a mi habitación.

Me metí a la ducha y lloré.

Creí que lo había superado. Había tenido una semana entera sin llorar. Había sido demasiado bueno para ser verdad. Estaba terriblemente feliz por Kellin, y horriblemente destrozada por no poder estar ahí. A su lado.

Comprendía que la relación se había roto; y que, por más que yo lo quisiera, no volvería a ser lo mismo. Él y yo no podríamos estar juntos sin sentir el peso de las acciones del otro, y eso nos arruinaría.

Me arrastré a la cama después de ponerme el pijama y puse la alarma en mi celular. Tenía que levantarme temprano en la última semana de clases. 

Pasaría el verano en Manchester, en la granja de mi tía. Dos meses alejada de la realidad me harían mucho bien.

El estridente timbre de mi teléfono me sobresaltó.

Estiré la mano hacia el mueble junto a mi cama. No sentía que hubiera dormido mucho. Se sentían como cinco minutos.

Tomé el teléfono entre mis manos y abrí un ojo para apagar la alarma.

El corazón me dio un vuelco.

Las manos comenzaron a temblarme y sentí un nudo formarse en mi garganta. En la pantalla, se veía un nombre:

"Kellin"

¡Me estaba llamando!, ¡Dios mío!, ¡Me estaba llamando!, ¡ME LLAMABA!
Mi pecho se hundió y cerré los ojos con fuerza antes de responder:

—¿D-Diga?

El silencio se hizo del otro lado de la línea. 

Fue un silencio tan grande que creí que me había colgado.

—Hola —dijo la voz aguda de Kellin.

Todo mi cuerpo se tensó en respuesta y un escalofrío me recorrió la espina dorsal.

—H-Hola —tartamudeé, luchando contra mis lágrimas.

—¿Te desperté? —preguntó.

Despegué el teléfono de mi rostro y vi el reloj. Eran las tres de la mañana.

—No —mentí, pobremente.

—Mentirosa —susurró él mientras reía lentamente.

Mi pecho brincó ante el sonido de su risa. ¡Extrañaba tanto su risa! El silencio se hizo entre nosotros y no supe que decir.

—¿Cómo estás? —preguntó.

—Muy bien —mentí.

—Me alegro mucho...

El silencio lo invadió todo.

—Voy a operarme el viernes y..., me encantaría que estuvieras ahí —susurró.

Mi pecho se hundió. Yo quería estar ahí. Necesitaba estar ahí. 

—E-Está bien. Estaré ahí. —prometí.

El silencio se hizo una vez más.

—¿_______? —dijo él con la voz entrecortada.

—¿Si?

—Me gustaría poder hablar contigo antes de la operación.

—Sí..., a mi también —dije.

—Bien. Entonces...

—Te veo..., pronto —dije.

—Eso espero.

Though I Can't See You (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora