VI. TUYO, SÓLO TUYO

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La temporada de exámenes llegó, y había estudiado con anticipación. Finny era de gran ayuda  al estudiar, era muy inteligente y disfrutaba de resolver problemas matemáticos conmigo. Me gustaba ver esa mueca de concentración que tenía su rostro cuando no podía resolver algún problema algebraico; Finny unía sus cejas y mordía el lado izquierdo de su labio inferior.

— Ya voy tarde. — me encaminé a la puerta y la abrí. — Nos vemos después. — me despedí.

— Izan, espera. — Finny siempre recordaba lo que yo solía olvidar.

— ¿Qué sucede? — pregunté volviéndome hacia él.

— Creo que olvidas a Raion. — dejo salir una risita burlona.

— ¿En qué momento tomó esa forma?

Y ahí estaba el león, entre los brazos de Finny aparentado ser un simple peluche.

— Hoy no dejaré que las chicas te alimenten, así que no esperes leche tibia, porque ese es el precio de tu traición. — le advertí al león mientras lo sujetaba. — Bien, me voy. — dije encaminándome una vez más a la puerta.

— Izan, estás olvidando algo más. — Finny volvió a detenerme.

— ¿Algo más? — susurré y me detuve. Traté de recordarlo por un segundo y lo logré. — Lo siento. — volví a entrar al departamento y me acerque a Finny.

— ¿Cómo funciona esto? — jugueteó — ¿Acaso debo cerrar los ojos? — preguntó.

— Correcto. — le tome del mentón y lo besé.

El beso fue interrumpido por Raion. El peluche volvió a ser un cachorro y empujo mi rostro con su pata izquierda.

— Qué casualidad que ahora decidas ser un león y no un juguete. — Finny tiro de los bigotes del cachorro, sin intenciones de lastimarlo.

En las últimas semanas, Raion había adquirido un comportamiento posesivo. Cuando dormíamos, Finny abrazaba al león, y a él lo abrazaba yo, pero al amanecer; Raion había cambiado de lugar con Finny. No podía besar a Finny, porque Raion nos separaba; ya fuera lamiendo o empujando mi rostro. Tampoco podíamos tomarnos de las manos, porque el cachorro hacía lo necesario para evitarlo. No sabíamos quién de nosotros era el responsable de sus celos, pero era divertido y no nos molestaba.

Un miércoles por la mañana, de camino al instituto, escuché de un grupo de señoras que el martes por la noche había sucedido un incidente. Por ser un pueblo pequeño y alejado, me extraño que dicho incidente fuese un asesinato.

Cuando llegué al salón de clases, el director me dio la bienvenida.

— ¿Puedo pasar? —  pregunté al tocar la puerta.

El director asintió con la cabeza, pedí disculpas y me conduje a mi pupitre, mientras que todos mis compañeros me miraban. No había nadie más serio en el lugar que Eita, la expresión de desconfianza en su rostro había opacado su actitud amigable de siempre.

— En un acto de solidaridad, el instituto se ha unido a la desafortunada pérdida que están atravesando los familiares de sus compañeros. — la voz del director era ronca, pero en ese día, su voz era tenue y daba la impresión de que en cualquier momento se rompería en llanto. — Como saben, ayer por la noche, Pavel y Alice fueron atacados. Pavel fue asesinado a sangre fría. Por suerte, una anciana que deambulaba por el lugar auxilio a Alice y logró sobrevivir, sin embargo, fue trasladada a un hospital especial, lejos del pueblo debido a su tan delicada situación. —  concluyó.

YO MORIRÉ CONTIGO (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora