IV. MI CORAZÓN TE PERTENECE Y TU RESPIRACION SE DETIENE

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Con un ligero cuerpo entre los brazos y con el corazón sostenido en una delgada cuerda: la angustia me contaminaba. Mi respiración era agitada y mientras corría mis piernas temblaban. Un líquido viscoso se deslizaba entre mis dedos para caer al suelo y manchar todo a su paso con su llamativo y escandaloso color.

Los besos del viento y la luz de la luna no eran suficientes para salvar a Finny.

En compañía de Eita y Raion llegamos a la puerta de Daigo.

- ¡Toca a la puerta! - grité.

Eita obedeció. Por segundos, creí que Daigo tardaría en salir, pero no fue así. Ella abrió la puerta como de costumbre; con una sonrisa en el rostro, pero al ver a Eita frente a la puerta su expresión cambio.

- ¿Hola? - saludó ella algo extrañada.

- Daigo... - salí a espaldas de Eita - necesitamos ayuda.

Ella me miró angustiada. Cuando vio que Finny se encontraba herido inmediatamente nos invitó a pasar y nos condujo a su habitación. No podíamos llevar a Finny a un centro de atención médica; las preguntas iniciarían a surgir y las respuestas no podían ser reveladas al público en general, aun cuando le suplique a Eita, él se opuso. El pequeño león no bajaba la guardia, yo sabía que no confiaba en Eita. Todos en la habitación manteníamos una atmosfera tensa, Eita aparentaba no darle importancia a la situación, pero no era del todo cierto; cruzar los brazos lo había delatado, Daigo se mantenía a distancia con un estado de preocupación proyectado en el rostro, y yo me mantenía con el corazón en la mano, apretándolo con fuerza y provocando un dolor de reserva para mantener alejado al principal. Cada gota de sangre que emanaba del pequeño cuerpo de Finny era muy importante.

- Recuesta a Finny sobre la cama - me indicó Daigo - procura que su cuerpo quede boca abajo. ¿Puedes ayudar a desvestir la parte superior de su cuerpo? - le preguntó a Eita.

- Sí - él me ayudó.

La flecha que aún se encontraba en la espalda de Finny nos dificultaba desvestirle: la única manera de hacerlo fue cortando la ropa que vestía. Cuando su espalda se encontró desnuda expuso una piel blanca que estaba siendo contaminada por un veneno que la pigmentaba de color negro, como tinta disuelta en agua.

- Tenemos que quitarle la flecha - dijo Daigo.

- Izan - Eita me llamó - tú jalaras la flecha con la mayor firmeza posible, si lo haces de otra manera, las situación empeorará y será más difícil hacer algo por él. - explicó.

- Será mejor amordazarlo. - sugerí.

Cada uno de ellos sujetó una extremidad superior e inferior de Finny, yo subí a la cama y de rodillas sobre su cuerpo, sujeté la flecha con las dos manos e inicie a extraerla lentamente, cuidando de no lastimarlo aún más.
Finny inició a gritar, pero por la mordaza los únicos sonidos que salieron de su boca fueron gemidos. Dichos gemidos se volvían más agudos y largos conforme se resistía; contrayendo su cuerpo. Daigo y Eita lo sujetaban con firmeza, Raion observaba desde la puerta.

- ¡Apresúrate o no resistirá! - ordenó Eita.

Ya sólo faltaba la punta de la flecha, y por los gemidos de dolor sabía que era la parte más ponzoñosa.

YO MORIRÉ CONTIGO (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora