XII. NO ME DEJES

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La libertad del viento le permite viajar a cada rincón del mundo, puede irrumpir en la profundidad de una cueva oscura y húmeda. El viento mese las hojas de los árboles, y de vez en cuando acaricia nuestro rostro en un sublime respiro. Si había algo en el mundo que envidiara con desenfreno era al viento, anhelaba ser como él, ser capaz de no conocer fronteras, de explorar nuevas praderas, bosques y selvas, pero todo esto no era más que un deseo infantil.

Durante setenta y ocho años mis hermanos y yo fuimos sometidos por Mael; mi tío. Él era hermano gemelo de mi padre, pero no era ni la mitad de ángel como mi progenitor, según las palabras de Fanny.

La rutina de cada día era la misma; teníamos que iniciar con la limpieza de los muebles a las 5 a.m., para que a las 6 a.m. ya los pisos se encontraran impecables y brillantes. Faily y Fanny tenían la obligación de preparar el desayuno, lavar la ropa y los platos, y también tenían que cumplir los caprichos de ochenta y siete ángeles.  Para Faty, Fummy y yo las  obligaciones eran diferentes: limpiar ventanas, hacer tareas de jardinería, lavar los quince automóviles que pertenecían a la mansión y, bañar a los caballos y perros que pertenecían a Mael.

En nuestros corazones no había lugar para la libertad. Yo sólo quería ser como el viento para sumergirme en la inmensidad del cielo celeste, y no recibir un latigazo en la espalda por fantasear y descuidar el trabajo.

Mael era muy diferente a mi padre — Fernán —, carecía de compasión y bondad, y en su ausencia se adhirió al rencor, la ira y la venganza. Los humanos creen que los ángeles son la imagen celestial de la pureza, de las buenas acciones y de la misericordia de Dios, sin embargo, desconocen su verdadera naturaleza. Mael era un ángel culto y su mejor cualidad era la astucia, había noches en las que soñaba con la primera vez que le conocí, en mis sueños recordaba cada detalle de aquel día, recordaba cómo me marcaron la espalda y me obligaron a resistir un dolor que me desprendía la piel de las vértebras. Mael no conocía la piedad, había ocasiones en las que nos susurraba al oído palabras amables, casi fraternales, pero cuando te han azotado la espalda con un látigo; las palabras se te gravan, como si se clavaran en la poca esperanza que reservas para continuar, para seguir viviendo, o para seguir llorando hasta quedarte dormido. Mael nos odiaba, nos repudiaba con toda la fuerza de su existencia y no perdía la oportunidad de hacérnoslo saber.

Mucho antes de que el clan de otoño nos captura, la mansión tenía a humanos como sirvientes, en una ocasión Fanny comentó que Mael los asesinó cuando nosotros llegamos, ella vio a los niños, mujeres y hombres que enterraron en la parte trasera del establo.

Cada tercer día, se nos permitía comer un plato de sopa y un pan duro. Una vez a la semana, nos daban un baño con baldes de agua fría. Fummy odiaba ese día de la semana, le dolía ver como Yu y Pita se burlaban de Fanny y Faily cuando los pezones les sobresalían de la ropa, odiaba ver lo avergonzado que estaba Faty, y odiaba ver mis lágrimas pasar desapercibidas entre las gotas de agua fría.

Con frecuencia, Fummy era azotado por Kini — él ángel de ojos color turquesa —. En una ocasión, Kini azotó a Fummy durante toda una noche, la regeneración para un hibrido es rápida si es alimentado adecuadamente, pero dada nuestra situación, el cuerpo de mi hermano se recuperaba en dos o cuatro días, y sin importar que tan lastimado estuviera, Fummy no podía dejar de trabajar, o de lo contrario, nos lastimaban a Fanny y a mí.

Fummy nos protegía y con el paso de los años, también decidió proteger a Faty y Faily. Los cinco híbridos nos vimos forzados a protegernos entre nosotros.

YO MORIRÉ CONTIGO (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora