II. SU CORAZÓN SERÁ MÍO

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¿Por qué siento que le necesito?

— ¡Qué lindo león de peluche te obsequiaron! — comentó Finny.

El peluche yacía en el sofá y Finny lo adulaba con sólo verlo.

— ¡Ah! — me puse nervioso — Sólo es un regalo, no es algo de importancia. — contesté. Mi nerviosismo era notable.

— Tienes un rostro agraciado, así que esto es algo normal para ti. — Dejó de ver al peluche y me miró intensamente. — ¿Cuántas mujeres se te han confesado? ¿Con cuántas de ellas haz salido? — preguntó jugueteando con el tema.

Me incomodo su interrogatorio, así que bajé la cabeza a mi costado derecho.

— ¡Estoy jugando! — se justificó, riendo como quien hace una broma inocente. — Este peluche puede ser de utilidad — insistió, mientras cambiaba el tema con versatilidad. Tomó al león entre sus manos. — ¡Canalé, es momento de trabajar! — ordenó.

Inmediatamente, la hermosa guadaña apareció, flotando horizontalmente frente a Finny con la esperanza de ser sujetada por el mango. Él sujetó a Canalé con su mano derecha y sonrió con el león de peluche en la otra mano.

— ¿Qué vas a hacer? — pregunté con inquietud.

— No te preocupes. El fuego que ahora veras no quemara tu casa, y mucho menos, a ti. — contestó sonriendo. Esa sonrisa me brindaba cierta seguridad de una manera un poco extraña.

Decidí no estorbar. Tomé cierta distancia y observé lo que Finny tenía planeado hacer. Él se ubicó a la mitad de la habitación, junto sus talones y de pie colocó a su guadaña erectamente a su costado. En ese momento, una llama de fuego surgió de sus pies y cubrió todo su cuerpo; como si fuese un capullo, sin embargo, no fue muy duradero. El ambiente en la habitación era fresco a pesar de que Finny propiciará una llama en su interior. Cuando el fuego se extinguió, Finny comentó:

— ¡Toma! — me ofreció al peluche.

— ¿Qué hago con esto? — pregunté, mientras recibía al león entre mis brazos.

— Este pequeño te protegerá de la misma manera que yo. — sonrió. Su mirada era tan tierna que me dominaba por completo.

— ¿Esto? — pregunté frunciendo la ceja izquierda. Aún tenía un poco de voluntad para cuestionarlo.

— Sólo tenemos que ponerle un nombre... — bajó la mirada de forma pensativa y me ignoró. — ¿Qué te parece si su nombre es "Raion"? — preguntó con entusiasmo.

— Raion... ¿Eh? — susurré.
Apático, miré al león. El juguete no intimidaba ni a un cachorro.

— Izan, invócalo. — me ordenó.

— ¿Cómo? — pregunté.

— Sólo tienes que... — sonrió como si se burlara de mi duda. — Decir su nombre y colocar tu mano izquierda entre sus orejas — explicó.

No confiaba mucho en que un peluche me protegiera, pero algo me decía que debía confiar en Finny.

— Está bien. — dije no muy convencido. Coloqué mi mano izquierda entre las orejas del león y le llamé — Raion...

YO MORIRÉ CONTIGO (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora