Capítulo 2

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El día en el estudio fue normal, unos que otros inconvenientes, pero todo de maravilla. Aún no puedo evitar recordar aquel adonis que estaba del otro lado del escritorio. Maldita sea, sí que está bueno.

Mi celular suena.

—Hola —descuelgo.

—Lena, ¿Ya terminaste? —La voz de Micki se hizo presente.

—Sí, ya me voy ¿Están en la plaza? —pregunto mientras guardo mi cámara.

—Por supuesto que sí, tenemos nuevos planes hoy —espeta feliz.

—Pues no empiecen sin mí, manada de idiotas —escucho que todos ríen.

La estúpida esa lo tenía en voz alta.

Sonrío de una vez.

—Hasta el rato —me despido.

Miro alrededor a ver si he concluido con todo y luego cierro. Trabajo, dulce trabajo. Gracias por sacarme del mar negro. Detengo a un taxi para irme a reunir con los chicos, siempre se inventan algo diferente, no dejan de sorprenderme.

—¿A dónde, señorita? —el conductor me mira por el retrovisor.

—A la plaza San Bernardo —respondo y asiente.

Por todo el camino voy pensando sobre Maximus, es inevitable no hacerlo. Es tan intimidante pero ardiente a la misma vez, sus penetrantes ojos son una perdición. Un cuerpo de muerte y una sonrisa encantadora.

—Hemos llegamos —me dijo el taxi—. Al parecer iba distraída.

—¡Oh por Dios!, lo siento mucho —me excusé—, en realidad sí, estaba perdida en mi mundo.

Le pagué al taxista y salí del auto. Inhalé el olor a yerba, los malditos estaban cerca. Camino hacia las escaleras para subir al techo de la plaza, donde solemos reunirnos para reírnos del mundo y gritarle lo mierda que es.

—Mira quién ha decidido venir —soltó Theo

—Cállate, imbécil—sonreí—, tenía cosas que hacer.

—¿Qué tal te fue con tu cliente?—cuestiona Micaela al pasarme un cigarro.

Trago con dificultad.

—Muy bien, es súper apuesto—contesté.

Todos se miraron.

—¡No inventes! Jamás has dicho eso de un cliente —me dio un leve golpe en la cabeza.

—No seas cabrona, sólo digo la verdad —le doy una calada a mi porro.

No quise seguir hablando del tema, esto sería trabajo, nada más. Debo ser profesional, pero sé que sola no podré, soy humana, la carne es débil. Dios ayúdame.

Mi noche fue igual que siempre, momentos con mis amigos, al límite de la locura.

—Chicos, propongo salir a quemar neumáticos —dijo Micki.

—No es mala idea —respondo—. Pero, ¿Con qué auto?

—Con el mío —Theo mostró sus llaves.

Theodore es un chico con dinero, su familia es una de las más ricas del estado de Arizona. Es rebelde, por eso es uno de los nuestros, sus padres sólo nos soportan a nosotros, dicen que hemos controlado un poco a su hijo. Estudia administración, es súper inteligente, sobretodo excelente persona.

Salimos corriendo de la plaza y entramos al auto para dirigirnos a la carretera nueva que está ubicada fuera de la ciudad, donde se hacen carreras todas las noches. Participamos de algunas, yo amo este tipo de eventos.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora