Capítulo 19

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Leona.

Mi corazón se paraliza.

-Lena —continúa— sé que es muy rápido pero, ya no puedo ocultarlo más. Mis actitudes hablan por sí solas.

No sé qué decir, mi cuerpo no responde. ¿En serio acaba de decir que se está enamorando de mí? Ay no, por favor no.

-No Max, tú no puedes enamorarte de alguien como yo —las lágrimas humedecen mi rostro—. Eres demasiado bueno para mí, eres dulce, apuesto, servicial. No quieras manchar tu vida conmigo, una carga más.

-¡No digas eso, joder!

-¡¿Qué demonios quieres que te diga?! —digo entredientes—. ¡Soy una plaga! ¡Mereces más que esto! ¡POR DIOS, SÉ REALISTA!

Me giro para quedar en frente del espejo, viendo el reflejo de Max detrás de mí y bajo la cabeza.

Una persona como Max no puede estar destinado a vivir un cautiverio, suficiente tuvo con verme tener un ataque de pánico. Yo soy una mierda, soy oscuridad. Soy la hierba mala que contamina el más bello jardín. No quiero que sea parte de éste infierno, no lo voy a permitir, voy a salir lastimando a quien más me importa. Y no puedo negar que también siento cosas por él, cosas inexplicables. Cosas especiales que jamás había sentido en toda mi vida, él es mi hogar, me protege, me siento feliz, pero no quiero contagiarlo.

-¡No hagas esto más difícil! —se pasa la mano por el pelo—. Yo... Yo te necesito. No sabes lo feliz que me siento cuando estoy contigo, verte sonreír es lo que le da sentido a mis días.

¡Oh Dios mío! Estallo a llorar otra vez.

Me abraza y le correspondo.

-Soy un infierno, no quiero que sufras igual que yo. No quiero ser una carga para ti.

-Yo soy quien decide las cosas, y yo prefiero arder en él, déjame arder contigo. Ese infierno, como le llamas; me tiene loco, mantiene estable mi temperatura. Mi vida antes de conocerte no era mala, pero era fría, una aburrida rutina. Tú le diste un giro y lo cambiaste.

Jamás olvidaré estás hermosas palabras.

-Yo también siento cosas por ti —suelto—, sólo que tengo miedo, mucho miedo. No sé si funcione.

-Eso depende de nosotros, el que no arriesga no gana —apoya su cabeza en la mía—. Yo estoy más que dispuesto a tomar el camino por más complicado que sea, sólo por ti.

Salgo de su abrazo y me dispongo a mirar sus hermosos ojos. Veo sinceridad en ellos, ansiedad, miedo, pero de alguna forma sé que puedo confiar en lo que me dice.

-Yo también estoy dispuesta a arriesgarme, por ti, creo que podemos hacerlo bien —digo finalmente y sonríe.

Me lanzo sobre él para besarlo. ¡Jesús! Nunca me cansaré de esto. Sin pretexto le presta atención a mis labios con vigor y deseo. Nuestras lenguas enlazadas y sincronizadas bailan un exquisito vals. Enredo mis dedos en su pelo alargando nuestro beso, un gruñido opaco sale de su garganta y mi abdomen se retuerce de manera extraña. Muerde mi labio inferior y un ligero gemido sale de mi boca. ¡Demonios! Mi piel se eriza, parezco gallina. Por falta de oxígeno me separo de él, sus labios están rojos e hinchados, los míos deben estar igual. Descanso mi frente en la suya y vuelve a sonreír.

-Tendré que declararme más a menudo para que me premies de ésta manera —ahora soy yo la que sonrío.

-Pervertido —le doy un corto beso.

-Sí que lo soy.

Max arregló mi pelo y besó mi frente.

-¡Oraleee! ¡MAX Y LENA, SALGAN YA, POR LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE! —gritó Micaela.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora