Capítulo 33

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Max.

Un mes después..

Mi más apreciado tesoro, no sabes los felices que han sido estos días junto a ti, pero no me hago la idea de verte sufrir por algo que no vale la pena, yo. En mi corazón yace una oscuridad que por más que queramos dispersarla no podremos, no viviría con otro pesar, si te llegara a pasar una mínima cosa por mi culpa, jamás me lo perdonaría. Sabes que te amo con todo mi ser y por eso hago esto, te lo escribo porque no hay agallas para decírtelo de frente, me sentiría avergonzada, contigo no me ha faltado nada. Sé que me entenderás. Perdóname, quizás no sea un adiós, o quizás sí, pero en algún momento de nuestras vidas estaremos juntos otra vez, porque nuestro destino es estar unidos para siempre. Nos dijimos cosas de las que ninguno está feliz, te conozco, y me conozco, te amo; y lo haré para toda la vida.

Por siempre tuya, Leona.

No me canso de leer una y otra vez la carta que dejó Lena aquel día en mi habitación. ¿Por qué tenía que irse? Yo la cuidaría, la protegería. Haría todo lo que estuviera a mi alcance para mantenerla lejos ese maldito. Estrujo el papel y lo lanzo a la pared. Aún siento ira, por ella y por mí, cuando se iba podía detenerla o al menos convencerla de que me dejara acompañarla, pero mi enojo hizo del ambiente un ring y ahora estamos lejos uno del otro.

Hoy ya hace un mes y no he sabido de ella, Micaela desde el incidente en casa se fue y dejó la casa, vendió todo lo que había y me entregó las pertenencias de Lena, creía que volvería días después, algo que no sucedió. No contesta las llamadas, fue como si la tierra la convirtió en cenizas.

-¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti! ¡Cumpleaños, Maximus! ¡Cumpleaños feliz!.

Alcé la mirada y vi a mis compañeros con globos de todos los tamaños y un pequeño bizcocho, no resistí y reí. A pesar de que no me gusta que hagan esto todos los años es lo mismo, ya me he acostumbrado.

-Están dementes —dije.

-¡Vamos soldado, levántese!

Empecé a reír, ya no había más remedio. Abracé a mis amigos y di gracias por tanto aprecio hacia mí.

-Ya te pones viejo, Blount —soltó Andrés.

-Cállate.

Pusieron el bizcocho en la mesa que hay en mi oficina y encendieron una vela de pólvora.

-A pedir el deseo —dijo la sargento Nashla.

Sé que esto podría tomarse como un acto infantil, pero cerré mis ojos, desde lo más profundo de mi corazón y con todas mis fuerzas.

Tú Leona. Sólo tú, que estés bien. Te amo.

Soplé las velas y todos comenzaron a silbar y a gritar. Después de compartir con mis amigos un buen rato preparo todo para irme a casa.

-Max —entra Blake como loco por la puerta.

-¿Qué pasa?

-He conseguido el paradero de Leona.

-¿Estás seguro? —me alarmo.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora