Capítulo 18

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Max.

He dejado a la rubia dormida, yo no estoy para nada cansado, estoy acostumbrado a viajes más largos y en aeronaves más incómodas. Fui preparado para que nada me molestara ni me pesara, esa es la vida del ejército. Me quedo mirando a Leona, es tan hermosa cuando duerme, pasaría años contemplando lo tierna e indefensa que se ve allí tendida. Su pelo cubre un lado de su rostro, específicamente sus cejas y ojos. Sus traviesos y carnosos labios quedan perfectamente a mi vista, me encanta todo de ella aunque no se lo diga, es increíble, pero tengo miedo; miedo de que no sienta cosas por mí como las que yo he comenzado a sentir por ella, a que sea un juego y pronto acabe, miedo a perderla. Es estúpido lamentarse por la pérdida de algo que no te pertenece, pero no puedo mantenerme distante de ella, incluso si termino de hablarle me siento mal y melancólico. La extraño estando lejos o cerca, es indescriptible. Lena es una mujer encantadora, con todo y sus demonios es un diamante, nada se compara con el sonido de su risa, en sus mejillas se forman unos divertidos hoyuelos. Su piel suave y pálida, me enloquece, por más que quisiera controlar mis emociones, no puedo. Me urge cuidarla, protegerla, hacerla sentir importante y querida, algo de lo que ella nunca se ha dado cuenta. Se remueve en la cama y su cuerpo queda descubierto. Me pongo de pie y poso la sábana como mantel en su anatomía. Le beso la frente y sonríe dormida.

Salgo silenciosamente de la habitación, no sé a dónde, pero no quiero estropear el sueño de la conejita rubia. Mi conejita. Al bajar las escaleras de lado izquierdo veo una puerta que lleva al jardín trasero. Mientras camino mi celular comienza a vibrar. Blake.

-Hola, Blake —descuelgo.

-Hey, Blount, ¿Cómo anda todo? ¿Está estable Leona? —pregunta.

-Todo bien, y sí, está calmada. Por ahora duerme, ha sido un viaje agotador para ella.

-Me alegra escuchar eso —suspira aliviado— ¿Crees que te encontrarás con Alfred de frente?

Aprieto los puños al pensar en ese hijo de puta.

-Que sea lo que Dios quiera, lo que me preocupa es la reacción que yo tenga al ver ese imbécil delante de mí —mi mandíbula se tensa—. La policía y el FBI ha estado buscando ese bastardo por años, David debe saber que tenemos un pez bien gordo cerca.

-Eso sí que es cierto, pero recuerda algo, Max, si quieres hacer las cosas bien procura que nadie, absolutamente nadie, sepa que perteneces al cuerpo de marines, ni que ayudas a tu hermano en esto. Tenemos a Alfred en bandeja de plata.

-No soy idiota, trataré de que así sea.

Me duele ocultarle a Lena que se más de su vida de lo que ella se imagina, quiero que sea por sí sola que se abra a mí, que me tenga confianza.

-Oye, Blount, sé que te estarás sintiendo mal porque a la hora que le digas a Leona que no quieres que sepan tu ocupación se lo encontrará extraño, pero ella sigue estando en peligro, y hay cosas que aún debo contarte que he descubierto recientemente. Ese maldito es capaz de muchas cosas.

El abuelo de Lena aparece por la puerta.

-Entendido, trata de enviarme información al correo, ya no volveré por Arizona, al menos no por ahora.

-Perfecto, saludos a Lena.

-De acuerdo, ah, y por favor saluda los chicos por mí, será una larga temporada sin verlos.

-De eso estoy más que convencido, y sin duda les daré los saludos.

-Excelente.

Termino la llamada y me siento en uno de las bancas cerca de unas hermosas y blancas orquídeas. El abuelo de Leona se sienta a mi lado.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora