Capítulo 40

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Tenía un nudo en la garganta enorme, pero esta vez era de la emoción. A penas sabía qué decir, la felicidad que en este momento siento no se compara con nada, aún no dejo de abrazarlos.

-No sabes cuánto esperaba que este día llegara —dijo mi madre besando mi frente— Todo ha sido muy complicado, pero míranos aquí, juntos otra vez, no puedo creer que haya pasado tanto tiempo, Dios es grande, quizás estés enojada con nosotros y no te culpo, son muchas emociones para ti.

Volvió a abrazarme.

-Y tampoco sabíamos que te íbamos a encontrar en esta condición —me riñe mi padre—. Con novio y demás.

No puedo evitar reír.

-Ya soy grandesita para eso papá, no sé si serán muchas sorpresas este día, pero es un buen momento para decirles que van a ser abuelos.

Los ojos de mis padres se ponen como platos.

-¡Mi princesa tendrá un bebé! —exclamó mi madre—. No lo puedo creer.

-Pues, créalo —Max se acercó a nosotros—. Cuidaré de los dos, aunque me cueste la vida, Leona es una de las cosas más importantes para mí.

-Espero que así sea, además eres un excelente chico —añadió mi padre.

Ya sentía una incomodidad en el brazo por causa de la intravenosa, al mirarme vi que sangraba un poco. Max fue a buscar a una enfermera, vendaron el brazo y me colocaron la aguja en el otro. Esto de los hospitales no me agrada, para nada. Comenzamos a hablar sobre todo lo que había pasado tiempo atrás, saber que Alfred tenía las intenciones de matar a mis padres hace que la poca  consideración o lástima que le tenía se desvanezca.

-Cuando el auto se incendió logramos escapar, no sé cómo —explica mi madre— Salimos corriendo y decidimos irnos del país, estaba embarazada y muy asustada por si le había pasado algo a mis hijos, luego de eso nos fuimos a Londres e hicimos una nueva vida, tratábamos de comunicarnos contigo de alguna manera, pero se complicaba ya que tus abuelos también creyeron nuestra muerte, desde el momento en que Alfred tomó la empresa contrató personas para que vigilaran los aeropuertos y no queríamos ponerlos en peligro, lo sentimos tanto, mi amor.

-Descuide, Martha, ya él no será más un estorbo —afirmó Max.

-Gracias a Dios, me siento mal porque era mi hermano —dice papá—. Pero le provocó muchos disgustos a mis padres, era una guerra que no paraba, jamás pensé que llegaría a esos extremos. Es un canalla, ¿Cómo pudo tocarte? —a mi padre le corrían las lágrimas por más mejillas—.¡¿Cómo?! Él te quería más que a nadie...

¡Mierda, Max le había contado!

-No llores, papá, a pesar de que pasé por todo eso, soy feliz, ahora  me doy cuenta de que sino hubiese pasado semejante cosa no conocería al hombre de mi vida —miro a Max y sonríe—. Ni siquiera a mis amigos, que son maravillosos, no valoraría muchas cosas. Todo tiene un motivo.

-Estás toda una adulta, desde que eras pequeña sabía que serías alguien grande, mírate ahora, toda una mujer —dijo mi madre.

-Los amo mamá y papá, gracias a la vida por traerlos a mí otra vez, no ha sido fácil para ninguno de nosotros, y quiero aprovechar esta nueva oportunidad, desde cero.

Y se acercaron a mí para abrazarme.

Más tarde llegaron mis abuelos, otro dilema. Su expresión no puede ser descrita, mis padres le hicieron la historia y se echaron a llorar. No podía creer que tenía a mi familia de nuevo, a mamá Leonarda casi le da un infarto, pobrecita.

-¿Cómo están mis hermanos, mamá?

-Muy bien, recién empezaron la universidad en Londres, están locos por conocerte.

-Yo también.

Pasamos un momento súper encantador, reímos, charlamos, disfrutamos, aunque el lugar no era el adecuado, pero era lo que menos me importaba. Saber que ya todo terminó hace que por primera vez después tanto tiempo sienta aire puro en mis pulmones, puedo estar confiada, no tener preocupaciones. En unos cuantos días más me graduaría, hubiesen cancelado la investidura anterior, y estarían presentes todos mis seres queridos, desde mis abuelos hasta el hombre que amo, antes no creía en que en alguien se puede encontrar la felicidad, pero cuando Max llegó a mi vida vi todo de manera diferente, de no ser por él no sería la chica que soy ahora, él es la razón de mi sonrisa.

Todos en algún momento de nuestras vidas hemos caído tan fuerte que nos da miedo ponernos de pie otra vez, porque creemos que podría suceder de nuevo. Pero, ¿Quién llega a la meta sin antes sufrir? Debemos recordar, primero llueve, luego sale el hermoso brillo del sol. En ocasiones será al contrario, pero de todas formas el arco iris nos mostrará que no todo está perdido. Pienso que siempre habrá una oportunidad para empezar de nuevo, hoy me di cuenta de eso, que nos falte todo, menos la esperanza.

-Wow al parecer hay mucha gente acompañándote hoy —nos interrumpió el doctor.

-Estoy sumamente feliz y bendecida —sonrío.

-Yo creo que sí,  hay que ver cómo va esa criatura tuya. Sé que te dije que estaba bien, pero no quiero que la ciencia me traicione.

-Por mí no hay problema —respondí.

Me levantaron la bata y pusieron un gel en mi vientre, me hacía cosquillas. El doctor comienza a moverlo de un lado a otro. Me siento tan feliz.

-Allí está —señala.

Mi madre se cubre la boca de la emoción, tiene lágrimas en los ojos, al igual que yo. Mis abuelos sonríen, Micaela llora de felicidad y Max en cualquier momento dirá que tiene dolor de mejillas porque no ha parado de sonreír.

-Ese bebé está mejor que todos nosotros —anuncia al doctor.

-Gracias a Dios —digo.

-Y así seguirá —Max me mira—.  Te amo.

-Yo también —y lo beso.

*******

Todo estaba oscuro, otra vez, la única diferencia es que no estoy en el hospital.

-¿Hola? —digo, ¿cuándo me trajeron a casa?

Max no está a mi lado, algo muy extraño, llevo puesta la misma bata y la luz que se ve es de la sala, podía escuchar un murmullo, o creo que son llantos. Adelanto el paso rápido y veo a Claire sentada en uno de los sillones llorando a cántaros, Clark la consolaba, pero el pobre también lloraba, estaban vestidos de negro ¿dónde está Maximus? 

Micaela me abraza y me entrega un paño manchado de sangre, él siempre lo llevaba en el bolsillo, tenía su olor, pero él no aparece.

-Lo siento mucho, Lena —dijo Micaela—. No se salvó.

David y las gemelas tenían el rostro sin expresión, ¿qué pasa aquí?

-¿Cuántos días llevamos en casa? ¿Dónde está Max?

-Lena, tienes meses en casa, y hace una semana Max se fue a Irán, pisó una mina, acabamos de venir del cementerio.

No, eso no es cierto.

-No me jodas, estás bromeando, ¿verdad? —le golpeo el pecho a David—. Me estás tomando el pelo, ¡ES MENTIRA!

Ahora era yo quien lloraba, ¿de qué me había perdido?

Un uniformado me entrega una bandera.

-Blount siempre fue un buen servidor de la patria, la nación está en deuda con él —me dijo.

La apreté con fuerza, no sabía si respiraba, mis piernas no querían moverse y caí al piso. Se fue, ni siquiera me despedí de él, ¿dónde diablos estuve que no le di ni un mísero abrazo?

-Max ... —lloriqueaba— ¡NOOOO!

-¡Nena, por Dios! —Max me abrazó.

-Estás aquí, ¡Por todos los cielos! Estás aquí —comencé a llorar.

-Tranquila, mi amor, fue sólo una pesadilla, todo está bien.

Me aferro a él, no sé qué sería de mí si me falta, no lo soportaría. Fue una mala jugada del sueño.

-Mi ángel —y logré cerrar los ojos otra vez.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora