Capítulo 26

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La visita a la casa de los padres de Max fue más normal que la última vez, no me interrumpieron las indeseables llamadas de Alfred, se preocuparon mucho por cómo me encontraba después de que me desmayé, ellos son increíbles. Ahora mismo estaba recostada en el pecho de Max, era muy tarde, pero quería aprovechar las pocas horas que me quedaban con él, mañana regresaría a Boston. Será otro mes de cuativerio, ya casi llega el día para que también vuele a Virgina, ahora estará más lejos.

-Creo que me he acostumbrado mucho a tu cercanía —besa mi frente.

-Lo mismo digo —alzo la mirada y sonríe— lo único que tú sabes más de mí de lo que yo sé de ti, y eso me pone algo triste.

Se remueve un poco.

-¿Qué quieres saber?

-Mmm, bueno, tu cumpleaños, tu color preferido, tu pasatiempo favorito —respondo—. Supongo que todo de ti.

Sonríe. Nos arreglamos un poco.

-Dios, no sé por dónde empezar —ríe—. Mi nombre de pila es Maximus Steven Blount Yerevanián, nací un 19 de septiembre, mi color favorito es el azul, tengo ascendencia Armenia e Inglesa de parte de madre, mis padres solían decirme Aslam cuando era pequeño porque tenía el pelo largo y rubio como el león de Narnia. Me encanta servirle a los demás, la solidaridad es la palabra perfecta para describirme, en mis tiempos libres práctico kickboxing y tiro libre en el campo del ejército. Soy una persona muy atlética, algo que creo que se nota mucho, no me vas a creer pero mis tatuajes reflejan el chico rebelde que en un determinado momento quise ser, pero, luego comprendí que no era lo mío, mi favorito es éste —me muestra el del lado derecho de su pecho—. "Bendecidos son los hacedores de paz"  Ese es mi trabajo, buscar la paz de mi país. Y moriría por él, ese debería ser la fuente de fuerza de un verdadero militar, el amor a su patria. Soy adicto a la adrenalina, en todos los ámbitos, soy alérgico a las mentiras y la hipocresía, la avaricia y la ambición de poder que tiene el humano. Simplemente, soy una persona que disfruta la vida y la ve desde otra perspectiva.

-Creo que eres un ser maravilloso —digo.

-No más que tú —me da un pequeño beso.

Max es un hombre distinto, su forma de pensar va más allá de lo que me puedo imaginar. Me llena de alegría saber que ama lo que hace y que si algo es importante para él lo defiende hasta muerte. Soy muy afortunada.

-Me ha tocado el mejor premio —declaro.

-Nos hemos ganado mutuamente, porque yo también tengo el mejor premio —besa mi cabeza—. ¿Me dirás que te gusta a ti?

-Como que si ya no has investigado que número de calzado soy —ruedo los ojos.

-Puede ser que se equivoquen las fuentes.

Lo golpeo con una almohada.

-Entonces, ¿sí lo hiciste?

-Nunca lo negué.

-Idiota.

-Cálmate, quería estar seguro de que no fueras una delincuente —sonríe.

Lo miro como si quisiera matarlo —. ¿Pensabas que era una loca delincuente? Ohhh esta sí que no te la dejo pasar —me subo a horcadas de él y comienzo a golpearlo.

-¡Basta, Leona! ¡No me golpees! —finge dolor.

-¡Te voy a matar!

-Mátame las ganas, moviéndote de esa manera estás despertando algo en mis pantalones —me detengo.

-¡Maldito maniático!

-Pero me amas —sonríe.

-Estúpido.

Bajo Las Alas De Un Soldado©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora