Capitulo 8

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Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, solo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas

Pablo Neruda.

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Los recuerdos son todas aquellas escenas y momentos que poco a poco vamos acumulando con el paso del tiempo, es la razón de lo que somos y lo que seremos, lo que nos define para actuar y para tener miedo, es aquel impulso que nos hará saltar en momentos inesperados y lo que poco a poco nos hará caer si es que nos atamos a ellos. Los recuerdos serán como un arma de doble filo, o nos harán felices o nos llevarán al limite de un puente mientras caemos en la desesperación infernal.

La mente humana es tan frágil, bella e intrigante, es aquel universo propio en el que podemos hacer lo que sea, mirar más allá del cielo, inventar colores, probar cosas que nunca haríamos y vivir de la forma en que más deseáramos, es una inmensa construcción a partir de nuestros propios motivos egoístas para ser felices, edificamos mundos y destruimos universos, poco a poco evolucionamos y nuevas barreras se crean así como otras tantas caen, es como un laberinto sin fin en el que aún, aquel que lo ha creado puede perderse, es esa quizá la razón por la cual el propio hombre termina extraviándose o peor, exterminándose.

El primer pensamiento que tuvimos nosotros los pecadores fue creer que la fragilidad de la mente era una debilidad, que había sido la razón por la cual el mundo había sido erradicado casi completamente, la razón de las hambrunas, de las guerras, del dolor, quisimos pretender que la culpa de era de lo fácil que el hombre podía ser dañado con tan solo destruir aquello que más quisiera, fue entonces que quisimos cambiarlo, nos creímos dioses por tener la capacidad para ello, pero que equivocados estábamos...

Nota 1.



Cuando Guillermo despertó no se sorprendió mucho al reconocer que no se encontraba en un lugar conocido, ya comenzaba a ser costumbre volver a abrir los ojos y darse cuente de que no sabía dónde estaba, quizá algún ser superior se estaba burlando de él. Que más daba ya. No recordaba cómo había llegado a ese lugar, lo último que tenía en la memoria había sido a ese chaval llamado Alex apuntarle con un arma, de ahí en fuera todo estaba en blanco, quizá solo se había desmallado de la impresión.

Sintió su cuerpo recostado de lado por lo que al intentar girar un dolor excesivo recorrió de arriba para abajo su columna, logrando que de su boca escapara un jadeo de dolor ¿Qué demonios le había pasado?, otra vez el pánico comenzó a inundar su mente ¿Y si le habían hecho algo aquellos desconocidos? Era lo más seguro, sabía que no podía confiar en ellos por muy "buena gente" que se vieran. Intento girar de nueva cuenta pero era completamente inútil, le dolía demasiado.

Poco a poco y lentamente las lágrimas volvieron a él, ahora entendía cómo funcionaba la cosa, si tenía aquella sensación de desconsuelo entonces lloraría y no quería que eso pasara, tenía que volver a casa para evitar todas aquellas sensaciones, solo quería que todo se detuviera. Pero el dolor se lo impedía. Los segundos pasaron y los sollozos se hicieron mayores, no era una forma de llorar muy linda pero era la única que tenía, se sentía tan desdichado.

Entonces la puerta se abrió y el temor lo inundó, no quería que esos monstruos se volvieran a acercar a él.

— ¡Oh! Sorry... ¿Are you ok? Please don't cry — la voz de una chica lo tomó por sorpresa ¿Acaso ella también le iba a hacer daño? No entendía que le estaba diciendo. Por un momento bajó la voz aunque su llanto no se detenía ¿Quién era ella?

Utopía, el inicio del camino: Cuervos -Fanfic Gay- [WIGETTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora