Mi Nueva Casa.

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Desperté confundida buscando la comodidad de mi edredón nórdico envuelto en una curiosa funda de mariquitas, sin embargo me encontré sola en una habitación desconocida completamente a oscuras.

Desorientada me levanté y me llevó un par de minutos recordar dónde estaba, caminé a tientas por un pasillo demasiado largo y me choqué con alguien que cayó al suelo sollozando.

-¿Eres el hombre del saco? –La pequeña niña se retorcía de miedo. –No me comas por favor.

-No, soy Maya. –La tranquilicé encendiendo la luz. – ¿Qué haces despierta a estas horas?

-No puedo dormir porque hay algo debajo de mi cama. –Sophie se acercó a mi pierna y la abrazó colgándose de ella.

-Tienes que irte a dormir- la cogí en brazos y la pedí que me indicase el camino hacia su cuarto- no puedes esconderte en el pasillo para siempre.

-¿Puedo dormir contigo? –Tarareó emocionada agitando el cuerpo. –Porfa, porfa, porfa. –Suplicó cuando vio mi rostro de negación.

-Anda vamos. –Desistí cansada sin fuerzas para discutir con ella.

Cambié el rumbo y nos metimos bajo las mantas, aún eran las tantas de la madrugada así que quedaban bastantes horas de sueño.

-Buenas noches Maya. –Susurró acurrucándose ocupando muy poco espacio.

Sophie se durmió enseguida y empezó a roncar con suavidad, la observé mientras reflexionaba sobre la locura que había sido mi vida en ese corto plazo de tiempo que abarcaba casi cinco días.

Me había mudado a casas ajenas, dos veces. Mi madre se había casado con el famoso Richard en una boda repentina y no planeada, y además ahora tenía una hermanastra llamada Crystal. La pelea con Riley dejó de ser sobre nuestra amistad y comenzó a girar en torno a Lucas, Lucas y más Lucas.

Y el hecho de que actualmente él y yo viviésemos bajo el mismo techo influía negativamente de una forma muy poderosa. Repasé mentalmente la retahíla de sucesos para, tal vez así, poder dormirme de una vez por todas.

El primer día del año amaneció con un sol dañino y estridente que emitía una molesta luz que se colaba hasta por los huecos de las cerraduras. Tenía pinta de ser por la tarde, pero solo eran las once de la mañana y para mi desgracia tuve que despertar. Me moví y le escuché gimotear al arrastrar mi cuerpo hacia el borde de la cama, era consciente de que Lucas tenía su mano atrapada bajo mi tripa por eso levantarme sin que se inmutase consistía en una misión suicida. Nunca sabré cómo lo conseguí.

Me duché con agua muy caliente porque aún podía sentir el frío de la noche anterior pegado a mis huesos, seguramente acabaría pillando un resfriado de esos que te obligan a pasar tres días sin salir de la cama. Preparé tostadas para desayunar aunque no sabía si al vaquero le gustaban, supuse que sí. El timbre me pegó un susto de muerte y me deslicé por el resbaladizo suelo de madera para abrir la puerta.

-Churros con chocolate para empezar bien el año. Riley se coló en mi salón sin decir nada y dejó la bolsa sobre la mesa de cristal. Es mi forma de disculparme por cómo me porté ayer.

-Acepto tu desayuno. Sonreí un segundo. –Pero no sé si tus disculpas. Me entristecí al siguiente.

-Sé que estuve mal y que dije muchas cosas que estaban fuera de lugar. –Meditó tocándose la frente.

-Pero que realmente pensabas. La interrumpí recordando sus acusaciones. No pasa nada, si es lo que piensas está bien pero no me pidas que lo respete. Traté de aclarar.

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