No se cuando, ni en que momento lo hicieron pero Tasha y Zach me convencieron que me quedara, ya que a ambos le surgieron unos problemas, que según ellos, no eran severos pero debían ir.
A lo único que mi cuerpo respondió en ese instante era que debía irme con ellos; pero no fue así. Ellos insistieron en que me quedara y que disfrutara, y que además no habría problema con Josh. Había obviado el hecho de que Chase estaba aquí, y me concentré en sus explicaciones. Él se ofreció a que me llevaría, y según Tasha no había nada de malo.
—Ya lo querrá matar cuando se entere, lo puto y pendejo que es.—pensé.
Finalmente hicieron sus maletas y ambos se fueron, Tasha y Zach se cercioraron de que me encontraba bien y de que cuando volviera, me encontrara de igual forma. Estaba cansada como para querer hacer berrinches y quejarme. Estaba harta ya de lo mismo, Chase hacía que actuara y me sintiera de esa manera. Eso no era nada sano.
Aún no entiendo cómo es que una persona pasa días sin verte, luego viene y te sorprende besándote, y luego después de un año te besa de nuevo, pero claro agregándole que ya tiene novia. Agradecí a Dios, que Chase decidió irse en el momento en el que Tasha y Zach atravesaron esa puerta.
Un sin número de preguntas permanecieron en mi cabeza, por largo tiempo; preguntándome a mi misma que habrá sido lo que les ocurrió a Tasha y Zach que tuvieron que marcharse, y entre eso, vino Chase. Cada día me sorprendía más lo que llegaba a hacerme, y aún no comprendía como no le gritaba y le decía unas cuantas en la cara, feas, pero ya sabía él que eran muy cierta.
Mi cabeza andaba muy lejos de aquí, junto con mis ojos que miraban fijo el techo, recordaba como sus brazos fuertes me sostuvieron en esta noche tan fría, como sus labios tan suaves imitaban una danza, olvidando lo bien que se sentían sus labios, lo había hecho realmente. En este punto de mi vida no sabía que haría, pero yo era así. En cada momento en el cual pensaba en Chase sonreía como idiota, aunque supiera que luego más atrás de eso, habría un hueco allí. Permanecí ahí mirando un largo tiempo, reflexionando en lo que pasaba en mi vida. A veces me preguntaba que cuando sería el día en el que le confesara como me sentía, todo lo que provocaba en mi.
—¿Pensara él en mí como yo lo hago? —¿Soñara conmigo todas las noches?
No, definitivamente no.
Fue así como mi mirada se perdió y llegó a un mejor lugar, la bruma del sueño, ya era hora de descansar.
A la mañana siguiente, el ruido de mi teléfono me hizo despertar. ¿Quién rayos podía joder a tan tempranas horas de la mañana? Mi mamá tiene razón con todo lo que ha dicho de mi vocabulario.
—¿Se puede saber señorita donde rayos estás?
Hablan del otro lado de la línea, me tomó unos segundos reconocer que era la voz de mi hermano.
—Mmm, si, eso ya deberías saberlo. Te dejé una nota. —digo bostezando y hablando sin importancia alguna, despabilándome ya que acababa de levantarme.
—Eso lo se, pero no he sabido nada de ti.
—Pués ya sabes. —digo sarcástica.
—Papá y mamá acaban de llegar.
—¿Qué? ¡Dios! —chillo molesta de un lado a otro. —¿Qué han dicho? —pregunto preocupada. Se que ya tengo 17, pero Sebastián quien es mi hermano mayor, es como mi papá, si necesito autorización de algo, solo tengo que sobornarlo y todo listo, así son nuestros tratos.