Estación 1 (III)

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Poco a poco fueron despertando cada uno de los fallecidos, unos levantándose junto a otros, asustados sabiendo que tres de ellos iban a desaparecer y solamente nueve de ellos sobrevivirían, el tren estaba hecho pedazos, pero todos se encontraban en buen estado, incluso, las manos de Sydney parecieran haberse curado, no había rastro de sangre ni cicatrices, pareciera como si nunca le hubiese pasado nada, Jaguatirica estaba sorprendido al ver esto y luego torno su mirada hacia la diosa, quien le guiño el ojo y miro en otra dirección.

Saien y Furion estaban juntos en ese momento mirando al cartel, pensaban es que pasaría si uno de ellos no lograría sobrevivir, era imposible saber que les deparaba el futuro, pero sabían que si trabajaban juntos podrían lograr cualquier cosa.

-Hermano, no te preocupes, haremos lo que sea para salir juntos adelante- dijo Furion colocando su mano en el hombro de Saien.

-Lo sé, debemos seguir, cueste lo que cueste- respondió Saien alzando la cabeza.

Desde la distancia, la chica llamada Chloe no sabía a quién acudir ni a quien acercarse, era todo muy confuso para ella, por el momento preferiría quedarse sola, no quería hacer amigos ni enemigos, ella fue la primera en presentarse y creía que todos se olvidarían de su existencia, lo que por parte podría beneficiarla. Por otro lado estaba Ungined, después de la charla que había tenido con la diosa decidió intentar buscar a alguien con quien formar un equipo, después de todo trabajar junto a alguien era la forma adecuada para sobrevivir basado en lo que había dicho la diosa, pero intentar buscar a un compañero adecuado fue lo complicado, todos parecían disponibles ya que no habían muchos aliados, todos intercambiaban miradas intentando encontrar a un grupo al cual pertenecer, hasta que Ungined se cruzó de miradas con Marth Falls, quien se encontraba apoyado en una pared de la estación, se quedaron mirando hasta que Ungined levanto el dedo pulgar y Marth asintió con la cabeza, luego los dos se juntaron en medio de la estación.

-Bueno, ahora somos un equipo- dijo Ungined.

-No me caes tan mal supongo, quizá nos llevemos bien- respondió Marth.

-Nada de trampas, tenemos que trabajar juntos si queremos salir de aquí- lo miro seriamente a los ojos.

-Tranquilo, yo cubro tu espalda si tú cubres la mía- le ofreció la mano a Ungined.

-Hecho, un gusto conocerte Marth- se la acepto.

Ermenegilda Yurcelina, la pequeña de los dulces, no quería quedarse en este lugar tan aburrido, era tan silencioso y con falta de alimentos con alta cantidad de azúcar que se estaba derritiendo como un malvavisco dentro del microondas, tenía que encontrar a alguna persona con quien distraerse y hasta quizá formar una alianza, como exploradores en busca de dulces o cocineros de alimentos deliciosos y azucarados, pero pareciera que la mayoría ahora ya tenía su media manzana, ella necesitaba a alguien a quien atormentar, si no probablemente moriría de otro infarto por aguantarse las ganas de comer, y definitivamente no le gustaba la idea del canibalismo, para ella su vida eran los dulces, cualquier maldito tipo de dulces. La pequeña noto a un delicado caballero de ropas claras y ligeras, su nombre era Elias, el prodigio del piano, más conocido como Delirium, nombre cual ha inspirado a tantas personas, ella al menos se lo imaginaba así, recordó a la vez que el tipo no soportaba el trabajo en equipo, pero no le importó, eso simplemente reforzaba sus ganas de juntarse con él, serian como el dueto de galletas rellenas con crema de vainilla y algo exótico como la piña o el mango, desafortunadamente no había muchas cosas que combinen con los colores de Erme para hacer una buena combinación con la vainilla, lo que probablemente para ella significase que los dos definitivamente no hacían una buena pareja de galletas pero eso solamente hacía más emocionante el hecho de que pronto serán compañeros en una aventura que definirá el curso de sus vidas y que sonaba tan emocionante que se olvidó por completo que debía ir allá y hablar con él para ver si quería formar un equipo o no, aunque tampoco tenía mucha opción.

La Ultima ParadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora