Capítulo IV

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¡Ayuda, Kofuku!

«¿En cuánto tiempo en más llegará Yato y Yukine? ¡Estoy aburrida!» pensó ella.

Pasaron unos minutos y de repente se escuchó que tocaron en la puerta, Daikoku se encargó de abrir y Kofuku se asomó por detrás.

—¿Sí? —preguntó serio como siempre, con su cigarrillo entre los dientes —¡Oh! Eres tú de nuevo, idiota. Pensaba que ya se había deshecho de ti.

—¡Yato-chan~! ¡Yukine-kun~! —gritó corriendo hacia ellos para darles un gran abrazo.

—K-Kofuku-san —dijo Yukine.

—Umh, Kofuku... —le llamó Yato a la pelirrosa.

—¿Sí?

—Tengo que hablar sobre la persona.

—Ya veo —dijo con su tono de siempre separándose de él —Acompáñenme, vamos a sentarnos —todos los presentes caminaron hacia la pequeña mesa que había en la casa de la diosa —¿Qué sucede con eso?

—Es solo que... —su celular comenzó a sonar y lo interrumpió —¿Sí?

Nadie contestaba del otro lado de la línea.

—¿Yato...? —dijo por fin la voz de Hiyori.

—¿Qué pasa?

¡¿Yato?!

—Eh... ¿Sí?

El Yato que conozco nunca me respondería así... —dijo Hiyori —. Al caso... ¿Dónde estás?

—En casa de Kofuku, ¿por qué?

P-por nada, es sólo que quería saber si tenías donde quedarte a dormir. —rio nerviosa —. Hasta luego, Yato.

Después de eso, Hiyori cortó la llamada, ella sabía que era la peor excusa que había hecho, pero en ese momento no se le ocurrió nada mejor.

—Yato... —llamó Kofuku al dios haciendo un puchero —¿Qué pasa con lo de la persona?

—Pues verás, tengo una pregunta.

—¿Cuál es?

—Comienzo a pensar que... —el ojiazul comenzó a incomodarse —. Que la única forma de crear un ser así es que alguien como Hiyori y yo... tengan un hijo.

Kofuku se sorprendió abriendo un poco los ojos y la boca al igual que Daikoku

—¿¡Qué dices!? —exclamó el shinki de la diosa levantándose bruscamente —¿Enfrente de tu shinki? ¡Él aún es muy joven!

—¡¿Eh?! —Yukine se asustó.

—¡N-no te alteres! —gritó Yato cubriéndose con sus brazos la cabeza —Ya me iba, d-de todos modos, tengo otros asuntos pendientes.

Ni Daikoku ni Kofuku dijeron algo al respecto. Yato y Yukine al salir, Kofuku se quedó sentada en la entrada de la vivienda, mirando el cielo esperando a que alguien llegase, quien fuera sería bueno para pasar el rato. Hasta que llegó por fin Hiyori, visualizando con nostalgia el lugar, estaba casi igual que siempre.

—¡Hola, Hiyorin~! —gritó Kofuku saludándola levantando su brazo y moviéndolo de izquierda a derecha.

—Hola, Kofuku —dijo sin mucho ánimo, pareciera que no habían pasado años sin verse, ese no era el momento. Muy triste, estaría bien un regreso con buenas y cálidas sonrisas, largos abrazos y exclamaciones de emoción, pero no llegó debido a la situación.

—¿Que te sucede, Hiyori-chan? —preguntó preocupada y Hiyori llegó frente a ella.

—¿Es verdad que quieren matar al ser que es humano, ayakashi y dios? —preguntó la de ojos como orquídeas.

—Creo que ya sabes que se trata de tu hija ¿verdad? —el tono de voz de Kofuku, justo como cuando Bishamon fue en busca de respuestas, se apagó dando la sensación de escalofríos.

—Yato me dijo que tú estabas en contra de matarla.

—Desde el principio supe que se trataba de Hikari-chan, y traté de convencerlos de que no la mataran de la manera más discreta que pude.

—¡Necesito que me ayudes hasta que encuentre una manera de convencerlos!

—Eso es imposi-...

—¡No! —exclamó interrumpiendo a la pelirrosa —. Solo intento decírselo de forma... uh, no sé cómo decirlo...

—Sólo di el plan —soltó la diosa como si nada.

—Pero no tengo plan, por eso necesito tu ayuda. Y si Yato se entera que tenemos una hija...

—Yato-chan ya está teorizando algo así.

—¡¿Eh?!

—Necesitamos un plan... —dijo Kofuku mientras tomaba una hoja y una pluma. Comenzó a escribir —Ve a tu casa y le dejas esto a Hikari-chan.

—¿Qué es eso? —preguntó tomando la hoja para leerla.

Se quedó sin palabras.

La Hija de Yato [Noragami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora