Ren
Hyakuya Hikari observó el pecho del pequeño Ren subir y bajar, subir y bajar, en el suave ritmo biológico del sueño.
La mayor levantó al niño en sus brazos, suavemente arrullándole, sin querer despertarlo. Maldición, este niño era lindo.
—Vas a ser el pequeño Ren... —susurró. —Y vamos a viajar por todas las partes del mundo who-oo-le. No creerías la cantidad de cosas que hay por ahí, ¡chico, te hará volar la cabeza! Y... —ella se detuvo; Ren se había comenzado a alborotar suavemente, sus bracitos y piernitas comenzaron a estirarse. Abriendo sus grandes ojos para revelar sus profundos irises violetas con tonos azul celeste, miró a la rubia frunciendo el ceño mientras intentaba entender quién era esta extraña.
—Oh chico, eres un bebé tan lindo. —recordó a Hikari, la hermana mayor del pequeño quedó en coma después del incidente con los Sugita, gracias a la capacidad regenerativa que le proporcionó la gema justo antes de despojarla de ella la herida sanó lo máximo que pudo, los demonios escaparon con el zafiro dejando inconsciente a la chica, obviamente tenían que recuperar la joya, pero la salud de Hikari era primordial y llevaron al hospital donde les dieron la terrible noticia. Se sacudió las memorias y volvió a mirar los ojos del bebé, en busca de esa chispa mágica que esperaba que Yato hubiese transmitido, estaba genuinamente preocupada de que el niño fuese un ser humano común que no fuese capaz de ver las cosas asombrosas que ella sí.
[...]
Ren tiró bruscamente de la manga de Yukine y le hizo ruidos exigentes sin sentido, tratando de llamar su atención.
—¿Uh? ¿qué te sucede? —preguntó sin esperar realmente una respuesta concreta por parte del pequeño de dos años.
El menor apuntó hacia el patio de la casa de Kofuku donde había una pequeña mariposa blanca, sin esperar una reacción del rubio se giró sobre sí mismo y gateó hacia la puerta, Yukine se sobresaltó al darse cuenta de que si no lo detenía caería en la bajada y se mancharía de tierra aparte de ganarse un buen golpe y susto, además, él seguramente se ganaría un golpe por parte de Hiyori por no cuidar de su hijo.
—¡Ah, espera! —llamó el shinki. Ren lo miró, parpadeando, reconoció la palabra e hizo lo que le dijeron. Él gimió un poco, no le gustaba que las personas se enojaran con él —Uh... l-lo siento, sólo que si avanzabas un poco más caerías por allí. —explicó señalando la bajada —¿Qué tal si jugamos con los carritos que te regaló Tomoyo-san?
El pequeño asintió con alegría al escuchar la palabra ''carritos'', había sido divertido jugar antes con ellos y quería hacerlo igual ahora, era muy entretenido para él ver cómo esas cosas rodaban sin parar por todo el suelo sin hacer mucho ruido como los más grandes que había visto al salir a pasear.
Después de un rato finalmente se había cansado de jugar con los carritos. Se sentó al lado de Yukine y comenzó a masticar su camisa sin hacer nada. Hizo pequeños y tristes ruidos cada vez que mordía la tela y empezaba a babear.
—¿Estás aburrido? —preguntó Yukine, el pequeño gimió en respuesta. El rubio suspiró —¿Y si... vamos a jugar con Yato?
Ren lo miró, ''Yato'' era aquel niño que lo observaba de forma extraña cuando se encontraba con él, no le caía tan bien, le incomodaba su mirada azulada llena de curiosidad, el pequeño hizo un ruido de desaprobación mientras balbuceaba cosas sin sentido. Yukine lo tomó como un no.
—¿Entonces qué quieres hacer? —de pronto le pareció algo tonto preguntarle cosas a un bebé que todavía no hablaba, aunque de cierto modo era inevitable, recordó que ese tipo de cosas eran las que hacía a un bebé aprender a enunciar palabras.
El menor volvió a apuntar afuera, Yukine nuevamente suspiró resignado y sonrió ligeramente, bueno, al menos tenía algo más que hacer que aquellos deberes que le llevaba Hiyori.
[...]
Dos niños jugaban alegremente el un patio lleno de flores, uno de ellos tenía cinco años y el otro aparentemente tenía diez.
—¡No me alcanzarás! —exclamó el mayor.
—Hey, Otōsan, estoy cansado —decía entre risas y jadeos el menor —Vayamos adentro con Okāsan y Onēsan.
—¿Eh?, ¿por qué? —cuestionó el otro.
—¡Ren, Yato, la comida ya está lista! —avisó una chica veinte años con largo cabello negro y ojos de color azul celeste.
—¡Si! —respondieron ambos niños con alegría y se adentraron a la vivienda.
Ren y Yato habían entablado una buena amistad a pesar de sus lazos familiares de los que estaban conscientes, no les importaba mucho, de todas maneras eran niños que crecían en un ambiente feliz y sin preocupaciones, uno de ellos al fin lo hacía.
(...)
Aunque Hikari tuviese algunos templos prefería por mucho quedarse en casa ayudando a su madre, en los cuatro cuartos de la casa de Hiyori cabían perfectamente los de su familia, en el primero dormía solamente Hiyori, en el segundo estaban compartiendo cuarto Hikari y Ameni, en el tercero dormía solamente Yukine y en la cuarta habitación se quedaban Hyakuya y Tomoyo.
Ahora, Hyakuya y Tomoyo tienen veintidós años, Hikari tiene veinte años y Ameni sigue aparentando trece años al igual que Yukine sigue pareciendo que tiene catorce años.
El pequeño Ren empezaría sus estudios de primaria al año siguiente, Yato apenas hacía los deberes que Hiyori le daba para que aprendiese algo.
Hikari retomó sus estudios y los terminó, pronto comenzó a trabajar con su amiga Mizuki en una empresa bastante grande para ayudar en los gastos familiares.
En resumidas cuentas, todos eran nuevamente felices y ahora la familia estaba completa, olvidaron aquel estúpido zafiro, no lo necesitaban, Hikari piensa que es únicamente culpa de su abuelo haber vendido su alma a un demonio, de todas formas, no volverían a ver a los Sugita... al menos eso esperaban.
¿...pero no querían acabar con Ren también?
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La Hija de Yato [Noragami]
FanfictionHikari es el resultado de la unión de una mujer humana mitad ayakashi y un dios. Su destino fue predicho sin considerar que ella misma tendría la capacidad de cambiarlo. El problema es que su madre ha olvidado todo lo relacionado con aquel dios con...