Capítulo XXII

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Sacrificios

—¡Hiyori! —gritó Yato yendo a socorrer a la nombrada, la cual había recibido la herida debajo del abdomen.

Yuuta comenzó a reír mientras que Yui retrocedía hacia donde estaban sus hermanos, todos los demás estaban en shock.

—Ustedes... —gruñó Daikoku colocándose delante de su señora para protegerla.

Hyakuya comenzó a temblar, tenía la cabeza gacha y sus ojos eran cubiertos por su copete rubio, apretó los puños y gritó dando un fuerte golpe en la puerta.

—¿Por qué...? ¡¿qué te han hecho?, ¿yo qué te hice?! ¡dímelo! —gritó con rabia la oji-verde.

¡Argh! —se quejó la peliblanca y al abrir el ojo izquierdo su iris se volvió de un color escarlata intenso y su pupila se cerró como la de un felino.

—Nee-chan... no sabes cuantas cosas me hiciste —respondió aquel muchacho con un tono de burla.

—¡Te voy a romper la maldita nariz, Hikaru! —amenazó la rubia y fue hacia ellos con una velocidad increíble —¡Deja esto ahora!

—Hya-san... —susurró Hikari al fin soltando a su shinki al igual que Kofuku. Caminó torpemente hacia ellos, pero Tomoyo la detuvo tomándola del hombro.

Hyakuya se puso frente a su hermano, pero este no parecía asustado en absoluto, sino que mostraba una sonrisa socarrona.

—Yato... —murmuró Hiyori —El hospital...

El nombrado no dudó más y cargó a Hiyori para teletransportarse al lugar mientras todos estaban distraídos con la guerra fría de ambos hermanos.

—Y si no dejo esto ¿qué harás, hermana? —retó Hikaru acercando su cara hacia la de Hyakuya Hikari.

Ella no lo pensó dos veces y le dio una fuerte cachetada a su hermano, su cabeza se giró debido al golpe, pero la sonrisa de él no desapareció.

—Eres un imbécil —dijo ella y dio media vuelta para regresar, pero se detuvo al ver a Ameni al frente mientras apuntaba con una mano hacia Yui.

Los cabellos blancos de la shinki comenzaron a elevarse y consigo unas cuantas rocas y hojas pequeñas.

—¿Qué... haces? —preguntó la rubia con los ojos mostrando sorpresa.

De un árbol se rompió una rama que terminaba en punta, pero no cayó al suelo, se mantuvo levitando apuntando también hacia Yui.

Ameni frunció el ceño y la rama con gran velocidad fue hacia la niña, ella esquivó la rama y esta se clavó en el suelo. Yui apareció arriba del árbol de donde la peliblanca había arrancado la rama y todos la miraron.

—Vaya... creí que sólo nosotros hacíamos esto, ¿verdad Onii-chan? —habló la pequeña de diez años y una luz hizo que en sus ojos negros apareciera un reflejo color carmesí.

—Yui, ya basta, sabemos que realmente no vinimos a fijarnos en esas cosas —respondió Yuuta dejando escapar un suspiro.

De pronto, un rayo de luz azul cayó sobre un edificio a lo lejos, miraron hacia allí y sabían que era en el hospital, Hikari se percató que su madre y el dios ya no estaban y casi por instinto pensó que se trataba sobre eso. Trató de correr hacia allí, pero las manchas malignas hechas a causa de la transformación de su shinki la debilitaban demasiado, tropezó y cayó al suelo tosiendo algo que parecía sangre.

Cuando se dieron cuenta, aquellas personas se marcharon sin decir nada, habían percibido que el peligro se acercaba.

—¡Debemos ir por Mayu-san! —sugirió el rubio a Daikoku y él asintió.

[...]

En el hospital, habían atendido de inmediato a Hiyori debido a la rajadura de su estómago, ignorando como siempre a Yato. Él aprovechó esto para poder estar junto a ella todo el tiempo.

¡Era una locura!, un dios menor sin mucho apoyo económico iba a ser padre de nuevo y esta vez no lo echaría a perder.

No otra vez...

Pero Yato presenció algo extraño, mientras estaban atendiendo a Hiyori un resplandor azul cubrió toda la habitación y Yato sólo se veía a sí mismo ahí. Estaba desconcertado, no había otra persona o mueble, incluso el ambiente se volvió silencioso hasta que apareció una persona bien vestida, llevaba un traje de gala color gris metálico y una corbata azul verdoso al igual que los ojos de quien la portaba, su corto cabello rubio cenizo estaba peinado hacia un lado, parecía un muchacho.

—Antes de que diga algo, Hamada tiene que aclarar que es chica —dijo ella con una voz incluso grave para parecer femenina.

—¿Eh? —hizo el dios —¿Hablas en tercera persona?

—Sí, Hamada tiene esa costumbre por genética, pero ahora hay que aclarar otra cosa.

—¿Qué es?

—El nombre entero de Hamada es Hamada Umaru, mitad ángel mitad humano, perteneciente casi directo de la familia Tachibana, Hamada fue elegida para darte este mensaje. Han avisado de que han apuñalado a la madre del próximo semidios, esto perjudicará al bebé dejándolo inválido por ser parte humano, él no sentirá nada en las piernas y la madre morirá al dar a luz, para evitar esto, usted tendrá que renunciar a su derecho a vivir para que la madre y el bebé estén completamente sanos y salvos —preguntó la semi-ángel

Yato lo dudó un poco, no podía asegurar que esto fuera cierto, si moría no podría verificar que cumplieran esto, por supuesto que valía la pena si era verdad, pero esto significaría no estar con su familia y "fallar" como padre otra vez, no había pasado ni una hora desde que se prometió estar ahí en esta ocasión. Él suspiró...

—Está bien —contestó él.

El dios de la calamidad Yaboku renunciará a su vida para que su familia estuviera sana y salva.

No había duda.

—Entonces, que sea así —dijo Umaru y desapareció junto con Yato.

—N-no... Yato... —murmuró Hiyori con lágrimas en los ojos.

De pronto, Hiyori sintió que todo se calmaba, cada parte de su cuerpo se recuperaba y...

Se escuchó el llanto de un bebé.

[...]

—¡Yo... me llamo Ameni, y soy tesoro sagrado de Iki Hikari! —exclamó la peliblanca, con la marca de shinki en su antebrazo izquierdo casi cubierto.

Esta se encontraba dentro de una barrera forma triangular creada por Mayu, Daikoku y Yukine, éste último cansado, no había hecho tanto esfuerzo antes. La marca de Ameni brilló, todo rastro de maldición comenzó a desaparecer de ella y la pelinegra.

—No creí que solo debía admitir que era una regalía —dijo agotado el shinki rubio.

Nadie más hablaba, Hyakuya estaba preocupada, sentada en la entrada acompañada por Tomoyo; los tres shinkis hacían desaparecer la barrera que contenía a la peliblanca, quien sus ojos habían vuelto a ser azules; y Hikari estaba recostada cubriendo sus ojos con una sola mano, ya calmada.

—Siento la demora... —habló una mujer detrás de ellos, llegando apenas a la casa después de varias horas, era de madrugada y fue realmente impresionante que le dieran el alta tan pronto, pero todo gracias a Yato.

Todos llamaron al mismo tiempo a Hiyori como conocían: "Hiyori", "Hiyorin", "Hiyori-san" y "Mamá". Fueron a recibirla, pero al mirar, ella venía con un bebé en brazos y un niño pequeño de cabello negro y ojos azul celeste.

—¿Quiénes son ellos? —preguntó el niño. Hiyori lo miró con tristeza.

—¿No los recuerdas, Yato?

La Hija de Yato [Noragami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora