Capítulo XIII

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La Llegada de los Dioses

Hiyori abrió los ojos con sorpresa.

«¿¡Cómo encontró Yato a Hikari!?» se preguntó la mayor con angustia.

Desde el sillón, Ameni comenzó a abrir sus ojos nuevamente azules, sintió el trapo en su frente y miró a Hiyori junto a Hikari.

—¿Qué pasó? —preguntó Ameni con voz suave.

—¡Ameni! —exclamó Hikari. Su madre se dirigió a la peliblanca.

—¿Cómo te encuentras, Ameni-chan? —Hiyori retiró el paño mientras tocaba con suavidad la mejilla de la pequeña para saber si aún tenía fiebre.

—Cansada... —ella acomodó su cabeza en la almohada del sillón.

—Bueno, ya no tienes tanta fiebre, esperaremos a que te recuperes ¿de acuerdo? —dijo Hiyori y Hikari se acercó a ver a su shinki sentándose a sus pies.

—Está bien. —respondió la menor.

[...]

—Lo que digo es verdad —decía una voz arrogante —Encontré a la amenaza y ahora tiene un shinki.

—¡Una Nora qué sabrá del tema! —exclamó una voz grave.

—Déjala hablar, quizás sí tenga conocimientos sobre esto —dijo otra voz, igualmente grave pero serena —Los dioses podemos acabar con esta Nora si es necesario.

—Pero-... —trató de decir el primero.

—No digas nada más —ordenó el dios —¿Dónde se encuentra ahora? —preguntó dirigiéndose a la errante quien sólo sonrió con malicia.

[...]

A la mañana siguiente, después de que Ameni durmiera en la cama de Hikari y Hikari en el suelo con otra cobija y las almohadas del sofá, ellas y Hiyori se bañaron y cambiaron de ropa. A la peliblanca le dieron prendas que pertenecían a Hikari pero que no utilizaba porque había crecido, unos pantalones oscuros de mezclilla rectos y una playera de forma cuadrada color beige junto con un suéter azul pastel y tenis blancos. Mientras que Hikari se vistió con unos pantalones rectos de mezclilla claro, una playera de forma cuadrada de color gris y se amarraba en la cintura una sudadera violeta y de calzado unos botines negros.

—¿Están listas? —preguntó Hiyori tomando su abrigo mientras miraba el reloj que marcaba las ocho de la mañana.

Ambas respondieron afirmativamente y las tres se dirigieron a la casa de Kofuku nuevamente. La pelirrosa al verlas llegar se alegró y corrió a abrazarlas, en especial a la peliblanca.

—Lamento las molestias y preocupaciones —dijo Hikari agachando la cabeza en forma de disculpa.

—No te preocupes Hikari-chan —comentó Kofuku aun abrazando a Ameni, asfixiándola sin darse cuenta.

—K-Kofuku-san... —dijo la shinki casi sin aire.

—¿Uh? —hizo la diosa —¡Ah! Lo siento, perdón, hehe.

—No hay problema —contestó Ameni recuperándose y mostrando una sonrisa hasta que volteó hacia el cielo —¿Qué... es eso?

—¿Mh? —la ojiazul siguió la mirada de la shinki y se percató de aquello —¡Ah, m-mamá! —dijo mientras tomaba de la manga a su madre.

—¿Eh? —ella igualmente miró el cielo —¡K-Kofuku!

—Oh, no... —dijo Kofuku —...han llegado.

—¿¡Quiénes!? —preguntó Hikari alarmada.

—Los dioses...

Se había formado un pentagrama gigante color violeta en el cielo, se había nublado y comenzó a hacer frío. Hiyori hizo un ruido de asombro al notar algo más, Yato se acercaba saltando junto con Yukine.

—¡Hiyori! —gritó Yato.

Hikari igualmente se percató de su llegada, tomó del brazo a su shinki y corrieron a esconderse a la casa en una habitación donde estuviese una ventana para observar lo que sucedía.

—¡Ebisu Kofuku-sama! —llamó una voz desde el cielo, muy potente y autoritaria —¡¿En su templo reside la amenaza predicada?!

—Yo no sé de lo que están hablando —respondió la diosa realmente seria.

—¡Estás mintiendo! —elevó su tono de voz, Hikari lo encontró aterrador —Hemos recibido información, aquella amenaza es el fruto de la unión de una humana y el dios de la calamidad Yaboku.

—Es Yato —corrigió el nombrado estando serio —¿Quién les ha dado esa información?

—Eso es información confiden-...

—Mienten —interrumpió Yato —Fue una Nora ¿verdad? —sus ojos brillaron, parecían fríos y mostraban ausencia de empatía.

Ameni miraba a Hikari sin decir nada, mientras que la ojiazul relacionaba todo, Nora se trataba de quien ella conocía como Hiiro, entonces la condición de devolver los recuerdos a sus amigas era revelar su paradero y su identidad como ''la amenaza'' a los dioses.

—No es de tu incumbencia, Yaboku —le dijeron ignorando su enfado por haberlo llamado de esa manera de nuevo —Si no confiesan, tenemos el poder y la autoridad de acabar con las personas, regalías e incluso dioses que tengan la osadía de protegerla.

En ese punto, Hikari sabía que se referían a ella, y no quería que tantas vidas se arriesgaran por la de ella directa o indirectamente, de todas maneras, pensó que la capturarían y no tiene la fuerza o habilidad suficiente para evitarlo.

—¡Esperen! —gritó Hikari a todo pulmón llamando la atención de todos, salió y miró hacia el cielo mientras todos fijaban su mirada en ella —Sé que me quieren a mi...

—¡Hi-Hikari! —exclamó Hiyori.

—¿Hikari? —repitió Yato alzando las cejas.

—Pero... ¡No destruirán todo lo relacionado conmigo, no a lo que más quiero! —exclamó decidida, con las manos hechas puño llamó a su regalía —¡Yukki!

Kofuku rio de manera maliciosa.

—¡Kokki! —llamó la diosa a Daikoku.

—¡Sekki! —exclamó Yato.

—¡No los dejaré! —dijo la ojiazul apuntando al cielo con la katana.

La Hija de Yato [Noragami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora