Capítulo IX

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Razones

No había duda, era él. Yato, su padre. Hikari se fue corriendo a la casa, llegó y como ella no portaba la copia de las llaves forzó la puerta y luego puso todo lo que se le ocurrió para bloquear la entrada.

Dejó el cuchillo en su lugar y se dirigió a su habitación, al llegar sólo se recostó con el corazón latiéndole como un tambor fuertemente en su pecho, la adrenalina aún le daba energía para seguir corriendo, aunque ya no lo necesitaba. Después de calmarse, quedó exhausta y volvió a quedarse dormida.

[...]

Hiyori está muy preocupada por el comportamiento repentino y extraño de su hija, no parecía ella. Era una conducta que sólo se había presentado una vez en el pasado, temió que tal vez lo había heredado de Yato, de cuando él era un dios de la calamidad.

Lo más extraño es que, aunque Hikari no se diera cuenta, al irse dejo un rastro de viento tan helado que comenzaron a exhalar humo, después de unos minutos eso se volvió niebla y después de la nada comenzó a nevar.

—¿Qué fue eso? —preguntó Yato, últimamente era muy serio y sus payasadas perecían haber quedado en el pasado, como si hubiera madurado estos años, aún así, no era del todo maduro dejar a tu pareja por tantos años.

—No... lo sé —en parte, Hiyori había mentido. Estaba casi igual de desconcertada que los demás.

Los copos de nieve caían suavemente, el ahora frío aire les revolvía el cabello a todos. Yukine miraba asombrado el espectáculo.

—Hermoso...

Suspiró de cansancio, estaba lastimado y sólo quería volver a casa.

—Oye, Yato —habló Hiyori temblorosa —¿Por qué...?

El dios menor dirigió la mirada hacia ella.

—¿Hiyori? —dijo Yukine sin estar realmente llamándola.

—¡¿Por qué se fueron por tanto tiempo?! —exclamó mientras las lágrimas comenzaban a salir de sus ojos —Pareció eterno ¡Los olvidé! Rompí mi promesa, simplemente, era como tener un vacío en mi corazón que no llenaba con... nada. Me dejaron atrás sin ninguna explicación.

En ese momento, Hiyori se percató que eso fue lo que había pasado con Hikari, vaya ironía.

—Hiyori, nosotros no...

—¡Sólo dime! ¿Qué es más importante que la mujer que siempre estuvo para ti?

—¡Es... exactamente eso! —soltó Yato.

Yukine se quedó callado.

—¿Qué?

—Estabas siendo amenazada, simplemente fui a ponerle fin, pero esto duró mucho más de lo que esperaba... No quiero entrar en detalle ahora mismo. Sólo... vayamos a casa de Kofuku. Estoy exhausto.

—B-bien... —no estaba conforme para nada con esa respuesta. Comenzó a caminar, pero Yato la tomó por los hombros desde atrás.

—Hiyori... sobre este asunto, quiero decirte que... me alegra que estés a salvo.

Ella se sonrojó y asintió. Su cálido aliento chocó contra su oreja y su voz resonó hasta lo más profundo de su cabeza.

—V-vayamos a casa —dijo la oji-morada intentando mostrarse aún indignada.

La Hija de Yato [Noragami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora