Capítulo III

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La Advertencia

El hecho de que había dejado visitar a Kofuku le alarmaba, se olvidó completamente de ella por casi una década. También, el hecho de que posiblemente Yato u otro dios quiera matar a su hija, le hacía querer llegar a casa de Kofuku antes que Yato y Yukine y decirle que no hablara con ellos sobre Hikari.

[...]

Al fin salió de la escuela, que sensación tan más placentera el saber que era viernes, ella tenía planeado llegar a comer y dormir lo que restaba de la tarde y por la noche desvelarse jugando, dibujando o leyendo. Esa era su definición de un buen fin de semana, claro, si no hubiera pasado lo de la niña con yukata. Ahora, para poder dormir en paz y con la conciencia tranquila tenía que contarle a su madre que se le apareció un "fantasma" que le dijo que la irían a matar y que le preguntara a ella el porqué. Parecía sencillo, pero le daba miedo pensar que realmente hubiera pasado eso.

—¡Ya llegué! —avisó poniendo sus zapatos en la entrada y aventando sus útiles escolares a un lado. Se percató que dentro de la vivienda olía bastante bien.

—Bienvenida a casa —regresó su madre mientras se acercaba.

—Mamá... —ella sentía que tenía que decirle todo, su estómago daba la sensación de cosquillas, se sentía emocionada —Te tengo que contar algo.

—¿Sí?, ¿qué es?

Hikari suspiró y dijo temblorosa.

—Bueno... una niña extraña que vestía un yukata y tenía tatuajes de nombres se apareció en mi aula, y por una extraña razón solo yo la veía. Mamá, ¿me estoy volviendo loca?

Hiyori la miró atónita, esas dos únicas características en la que había descrito a la "niña" dio a entender que Nora había hablado con su hija.

—No, es muy serio lo que me acabas de contar, esa niña se llama Nora, y es una errante que solo provoca a las personas —dijo Hiyori. Hikari no se atrevía a contradecirla o a preguntar el porqué, ya después entrarían en detalles, además de que estaba sorprendida de que su madre pudiera saber lo que estaba ocurriendo —¿Qué te dijo?

—Q-que me querían matar —estaba entrando obviamente en pánico.

—No hay duda —dijo para sí misma —No te atrevas a decirle a nadie, Hikari.

Hiyori tenía miedo de que Yato encontrara a Hikari y la matase, había pensado hablar con él, pero todo sería demasiado rápido y tal vez no escucharía del todo, tenía que planear todo lo que iba a decir porque si salía el tema de su hija...

—Y... ella me dijo que te preguntara.

La mayor cayó en cuenta que Nora podía ir a decirle a Yato y guiarlo, a Bishamon o a otro dios.

—Escucha, Hikari —dijo tomándola de los hombros y agachándose para quedar a su altura Yato, es un dios de la calamidad, él es tu padre. —Hikari abrió los ojos sorprendida. Las palabras no salían, quería decirle ''No es cierto'' o ''No puede ser'', debía ser algo del otro mundo, nadie en su sano juicio aceptaría algo así a la primera. —. Sí, es por lo que te buscan, porque es un dios-...

—Nunca he oído sobre él —interrumpió sacándole una sonrisa a su madre.

—Olvida eso... —la sonrisa desapareció —Además, soy mitad ayakashi.

Demonios, esto va demasiado rápido. Hikari no podría creerle si se lo dijo en un mal momento.

—¿Ayakashi? —la ojiazul ladeó la cabeza.

—Es un espíritu que... bueno, después explico eso ya que lo demás es más importante —la contraria asintió y Hiyori tomó aire para seguir —. Tú eres humana, ayakashi y dios, y por eso te buscan ya que dicen que tú harás que los dioses desaparezcan.

—¿Y cómo creen que lo haré? —preguntó mostrándose obvia.

Hiyori la miró molesta.

—Cuando aparezcas todos comenzarán a alabarte y olvidarán a los demás dioses, y si llegan a morir no renacerán, ni reencarnarían o algo parecido y sus shinkis volverían a ser almas vagantes.

—Está bien, sí, pero ¿cómo lo haré?

—¡Mira, Iki Hikari, no uses tu lógica conmigo, los que creen eso son ellos, no yo! —exclamó molesta —Si Yato te encuentra, es posible que te asesine. Aléjate de él, hasta que yo pueda encontrar el apoyo suficiente para protegerte y decirle a Yato todo lo que pasó.

—¿Cómo es él?

—Es un chico alto con cabello y ojos idénticos a los tuyos, aparenta veinte, pero tiene miles de años y viste como vago. Casi siempre va acompañado por un chico que parece de catorce años con cabello rubio y ojos color miel.

—Vale... Me voy a vestir, en un rato bajo a comer —dijo corriendo hacia su habitación. Excusas que al mismo tiempo son ciertas, Hiyori esperaba que le pudiese creer.

Aunque ese momento, Hiyori creyó ver los ojos de Hikari brillar por si solos.

La Hija de Yato [Noragami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora