Capítulo 6

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Tomoe despertó al día siguiente, a primera hora de la mañana, después de haber pasado todo el día anterior en cama. A su lado, encontró la medicina que el doctor Matsumoto le había dejado la noche anterior y sonrió al recordar la consideración con la que le prometió no contarle a nadie sobre su secreto, aunque advirtiéndole que debía decírselos rápido porque el Shinsengumi no aceptaba tranquilamente las mentiras como esas. "Hasta podrían pensar en ti como una espía", habían sido sus palabras. Bebió la infusión, de un sabor desagradable, y se puso de pie para poder darse un baño antes de que alguien más despertara. Se vistió con un kimono verde musgo, un hakama marrón y un haori encima, se calzó sus medias y colgó su katana y arco para salir por primera vez ese día, esta vez por la puerta que la llevaba al jardín, donde pudo divisar a Toshizō sentado en un escalón del pasillo externo, comiendo lo que parecían ser ciruelas desde su distancia. Lo admiró por unos segundos manteniéndose escondida, viendo el hermoso paisaje que daba sus ropas y cabellos oscuros en contraste con el verde del exterior que era combinado por el rosa del árbol de sakura. Llevaba  una expresión calmada y, hasta podría decirse, feliz.

- Es su comida favorita. – La sorprendió el susurro de una voz a su lado, desde el lado de afuera. Se trataba de Isami. – Las ciruelas y el takuwan siempre fueron lo único que logra ponerlo de buen humor.

Takuwan. Ella también lo había probado cuando todavía vivía con su madre, se trataba de "rábano en vinagre".

- Y recuerdo que tú también solías pasear alrededor de cualquiera que llevase comida dulce consigo, Kondō-san – habló Toshizō, sin girarse.

¿Habría sabido de su presencia durante todo ese tiempo?

- Es imposible sorprenderte – refunfuñó Isami de mala gana pero manteniendo la sonrisa.

Él se puso de pie y apenas mostró la mitad de su rostro al responder:

- Si todavía alguien pudiese hacerlo, renunciaría inmediatamente a mi título, ¿no crees?

- Pero sabes que te necesito para no cometer errores.

- Podrías hacerlo si lo intentaras. – El vice-comandante se cruzó de brazos y soltó un largo suspiro. - A veces pienso que eres como un niño.

- Vaya, Toshi, ¿me tienes tan poca fe? – Isami rió por unos segundos. - ¿Sabes, Koizumi-kun? Él no ha sido siempre este hombre mandón y serio antes de venir a Kioto. En nuestra ciudad, todos lo conocían como una de las personas más amables – Ella abrió los ojos al escuchar esa verdad. -, pero siempre lo he dicho: Toshi puede volverse un hombre diferente cuando tiene una katana en manos.

- Pero nunca pude conseguir mi licencia Menkyo como tú y Sōji.

Toshizō estaba refiriéndose a la licencia que se debía tener para poder enseñar a otros artes marciales, la cual hasta ella poseía.

- Tu habilidad con el sable es más variada porque aprendiste a usarla en distintos dōjōs cuando eras joven, por eso nunca fuiste capaz de especializarte en sólo uno. Pero eso no significa que no seas excelente.

Por primera vez, en el momento en que Toshizō se dio la vuelta a verlos, una hermosa sonrisa estaba tomando lugar en sus labios, dejando ver una dentadura blanca y derecha, confiriéndole ese último toque que necesitaba para ser perfecto. Tomoe sintió que sus piernas le fallaban y, feliz de estar todavía del otro lado de la puerta, se sostuvo del marco de madera, tratando de recuperar el aliento. En su cabeza, recordó las palabras que Matsumoto le había dicho la noche anterior después de hacerle su revisión física.

Mujer SamuráiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora