Capítulo 24

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Durante el tiempo que pasó luego, gracias a las charlas que Tomoe compartía con los capitanes, pudo enterarse acerca de la información confidencial que parecía estar rondando entre el comandante y el vice-comandante acerca de Kashitarō. Como, por ejemplo, sobre el mentir sobre las razones por las que en realidad había ido a Kyūshū, una isla en el sur de Japón, donde, según los espías del Shinsengumi, se encontró con Shintarō Nakaoka, samurái asociado con una de las figuras más prominentes a favor del derrocamiento del Tokugawa, Ryōma Sakamoto, y también con algunos exiliados del cambio de políticos en 1863. Al regresar a Kioto, habiendo pasado el nuevo año, ni Isami ni Toshizō se sorprendieron al recibir, el 20 de marzo de 1867, una orden imperial de parte del consejero donde los obligaba a dejarlo ir. No obstante, incluso a pesar de que su renuncia no les disgustase, ningún miembro del Shinsengumi esperó que ese 20 de abril de ese mismo año, Kashitarō y sus hombres dejarían el cuartel acompañados por dos de sus capitanes, Saitō Hajime y TōdōHeisuke. Ambos habían decidido unirse a sus filas días atrás y se presentaron ante el comandante y vice-comandante para pedir el permiso de dejarlos. Fue aún más sorprendente el saber que Isami había aceptado, permitiendo que dos de los mejores espadachines los abandonaran. 

Esa misma mañana de la partida, a pesar de haber sido alertada acerca de la decisión de los capitanes tiempo atrás, Tomoe pudo sentir el ambiente del cuartel más callado de lo normal mientras se quedaba sentada en el suelo de su habitación. No había pegado un ojo en toda la noche, pensando y calculado la posibilidad de que todo se tratase de una broma de mal gusto de parte de Heisuke. Está jugando, como siempre... trataba de convencerse a sí misma. Vendrá aquí y se disculpará por hacerme preocupar, lo sé. Pero, por más que intentase usar todas sus fuerzas para cumplir ese deseo, él no apareció. En su lugar, en cuanto los primeros rayos de sol se abrieron paso entre las rendijas de madera, escuchó la voz de Ren hablando del otro lado de la puerta.

- Es hora, sensei.

La muchacha se llevó ambas manos al rostro, queriendo despertar de esa pesadilla, y soltó un pesado suspiro. ĪeĪeĪe. Negó varias veces con la cabeza.

- ¿Sensei? - indagó el niño, manteniendo la puerta cerrada.

En verdad está ocurriendo. En verdad se irán.

- No puede ser cierto...

Dispuesta a corroborarlo por sí misma, Tomoe se vistió rápidamente con un kimono color canela, un hakama negro y las sandalias de Heisuke. Colgó su katana a la cintura por costumbre, pero dejó su arco atrás. Mientras ataba su cabello en una coleta alta, salió a las corridas del cuarto, escuchando los pasos de Ren siguiéndola por detrás. No se detuvo a desayunar ni a saludar a sus compañeros sino que se dirigió directo a la entrada del templo, en donde reconoció a Isami, Toshizō, Kashitarō, Hajime, Heisuke y los demás hombres que se marcharían. ¿Dónde estarían los demás capitanes? No encontró a ningún otro por los alrededores, a excepción de Genzaburō, quien se mantenía cabizbajo, alejado de la escena. ¿Estarían demasiado ofendidos por su partida? ¡No es una excusa! Exclamó en su mente, molesta. ¡Se trata de la despedida de dos de los suyos! Incluso ella, que sentía su corazón estrujarse cada vez que cruzaba miradas con Heisuke, se había presentado. No podía interponerse en sus deseos de cambiar. Tomoe, mejor que nadie, sabía lo que era que las personas se interpusiesen en sus sueños. 

- Estás aquí.

La realidad la golpeó como una bofetada al escuchar la voz del menor de los capitanes y la tranquilidad y paciencia que había mantenido desde que supo la noticia comenzó a resquebrajarse. Sus ojos inmediatamente se humedecieron, pero no permitió que las lágrimas saliesen. Como la tarde en que Heisuke había regreso de su largo viaje, la joven corrió en su dirección para poder saltar a sus brazos y abrazarla al mismo tiempo que contenía el llanto que amenazaba con escaparse de su garganta.

Mujer SamuráiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora