Capítulo 18

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- ¿Sannan-san abandonó el Shinsengumi?

De no ser porque Sanosuke había contenido parte de su voz al hacer esa pregunta, estaba segura que habría resonado por todo el lugar.

- Eso dice la nota – respondió Sōji.

- ¿Por qué no nos hizo saber al respecto? Si hubiese preguntado, entonces no habría problema, pero... ¿escaparse?

- Sōji, toma un caballo y ve a buscarlo – decretó Toshizō, sin prestar a las palabras de los demás.

Tomoe se escondió detrás de una muralla de madera para no ser vista mientras su mente trataba de creer lo que estaba escuchando.

- ¿Solo? Pero será imposible localizarlo con un hombre.

- ¿No lo entiendes, Sano-san? – dijo el primer capitán con un tono de gracia – Hijikata-san no quiere que lo encontremos. De esa manera, no tendrá que cometer seppuku como dicta el reglamento.

Ella se llevó una mano a su corazón, pensando que los latidos desenfrenados podrían escucharse a metros de distancia si no los calmaba, al mismo tiempo que la puerta de entrada se cerraba después de que Sōji saliese. Supo que el vice-comandante había dado otras órdenes después de que el capitán desapareciese, pero le fue imposible prestar atención con su cerebro trabajando a máxima potencia, preguntándose por qué Keisuke había escapado, a dónde habría ido, qué estaría haciendo, cuándo regresaría, si el capitán podría encontrarlo y si era en realidad bueno que regresase o no. ¿Por esa razón estaba el secretario paseando cerca de su habitación justo para salvarla? ¿Estaba esperando la oportunidad perfecta para irse?

- Si no vas a dormir, entonces acompáñame.

Giró la cabeza asustada y se encontró con un Toshizō más tranquilo y sereno que hacía pocos minutos. Está fingiendo calma, supo ella.

- ¿A dónde vamos?

- Tenemos que informarle a Kondō-san.

Cerca de la hora del amanecer, Isami, Toshizō, Kashitarō y todos los capitanes, exceptuando Sōji y Heisuke – quien seguía fuera -, estaban en la sala más grande tratando de no demostrar su ansiedad, con Tomoe arrodillada a un lado, alejada por unos escasos metros, ya que era una de los testigos de esa noche. Para su alivio, el conflicto con Kanryūsai había sido arreglado sin la necesidad de su presencia y el capitán no le dirigió la vista ni la palabra en ningún momento durante todo el tiempo de reunión, sabiendo que se ganaría las miradas de odio de parte del vice-comandante y sus amigos capitanes si se atrevía. Aunque con Keisuke prófugo y un hombre enfermo buscándolo, esa era una de las menores preocupaciones. 

La joven atestiguó la lectura de la carta dejada por el secretario más la charla que siguió sobre qué harían si lo encontraban, lo cual, evidentemente, era lo último que deseaban discutir ya que, según las normas escritas por Toshizō y el mismo Keisuke, aquel que dejara al Shinsengumi sin permiso estaba obligado a cometer seppuku. ¿Estaba haciéndolo intencionadamente, entonces? ¿Estaba dispuesto a acabar con su propia vida? ¿A qué precio?

El primer capitán regresó pocas horas después para desgracia de muchos, acompañado por el secretario a sus espaldas. Cuando tuvo que entrar en la sala donde todos lo estaban esperando Keisuke se negó a verlos y anunció que esperaría su castigo en su habitación, actitud que no hizo más que preocupar a los presentes ya que demostraba el poco interés que tenía el hombre de seguir con vida.

- Estaba en un alojamiento en Ōtsu – explicó Sōji ya sentado en su lugar, desanimado -. Ni siquiera intentó escapar. Y cuando quise decirle que corriera, insistió en regresar.

Mujer SamuráiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora