CAPÍTULO 5•

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Solté mi mano de su agarre y lo miré un poco molesta. Su mirada fue llena de confusión.

-Ross ¿qué es todo esto?

-se comenzó a reír- Ana, todo esta bien.-me sonrió.

¿Estaba loco? ¿Qué demonios?

Me dirigí a la entrada y salí de la cabaña, no entendía nada. Ross no quería decirme que le había dicho mi padre y yo me sentía mal, culpable y no quería estar ahí.

-¡Ana! ¿A dónde vas?- me siguió.

No le contesté, seguí mi camino a quien sabe donde.

Me tomó del codo y me volteó a verlo; me acercó a él y me tomó de la barbilla.

-No te vallas- me abrazó- perdón si te hice enojar.- me susurró en mi oído.

-Ross dime que pasa.- escondí mi rostro en la curva de su cuello.

-Te lo diré, pero hay que entrar.

Me separó un poco y me tomó de la mano. Regresamos a la cabaña y me sentó en el sillón.

-Tu padre, me dijo que estaba bien. Que podía salir contigo.- me tomó de las manos mientras me sonreía de una manera tierna.

-¿Qué? ¿Así de fácil?- asintió- pero...

-Lo se, cuando me dijo " esta bien" yo ya no supe que decir.

-Lo entiendo, entonces ¿qué hacemos aquí?- lo miré intrigada.

-Ah pues, cuando hablábamos le dije a tu padre que saldríamos hoy.

-Pero si no organizamos nada.

-Lo se, creo que lo valiente me hizo decir cosas que no estaban en el diálogo que tenía planeado decir.- sonrió- Así que estuve pensando a donde podríamos ir y pensé aquí.

-¿De dónde conoces este lugar?- miré a mi alrededor.

-Cuando mi padre nos dejaba con mi abuelo, él nos traía aquí. Solíamos pescar y nadar.- su sonrisa desapareció- pero cuando murió, dejamos de venir.

-Lo siento- apreté un poco sus manos, en señal de apoyo- es hermoso este lugar.

-Lo se, por eso quise enseñártelo. Podríamos comer aquí y ver el atardecer, ¿qué dices?- alzó una ceja y me sonrió de una manera coqueta.

-Digo que es la cosa más cursi que me hayas dicho- reí.

-Será la única cosa cursi que te diga.- se hizo el enojado, y se cruzó de brazos.

-Ross...- lo tomé de su codo- Fue una broma.

No me respondió y no quería verme.

Era pesado y yo muy débil así que no podía hacer que se volteará a verme.

Sin poder moverlo, me acerqué hasta su rostro.

-Ross, háblame, no te enojes.- le di un beso en la mejilla.- Ross...

Volteo a verme y le hice la mirada de perrito que tanto odiaba pero accedía rápido.

-No te enojes, ¿si?- besé su mejilla- Anda, anda- le di un pequeño beso en los labios.

-¡Hay! Esta bien, te perdono...- salté a abrazarlo ahogando un pequeño chillido de alegría, el hizo cara de susto- Que empalagosa eres.

-¿Empalagosa?- levanté mis cejas y me alejé de él- ya veo.- entristecí mi mirada y senté de forma correcta.

Ahora yo me hice la sentida. Me giré y le di la espalda. Tomé uno de los cojines y lo abracé, lancé un gran suspiró.

-Ana, también era broma- me jalaba del brazo para voltear pero me hacía la pesada- Anaaaaa.

Una corta historia de amor (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora