CAPÍTULO X EN EL QUE SE DEMUESTRA LA PRUDENCIA DE JOHNSON

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La isla de San Miguel afecta la forma de una calabaza de las usadas para contener vino, pero

muy alargada; en las dos esferas que determinan la parte cerrada de la calabaza, dos ciudades: Ponta

Delgada al Sur, Ribeira Grande al Norte. Un camino bueno y fácil, que no excede de los doscientos

metros de altitud, facilita la comunicación entre esas dos ciudades, casi iguales por el número de sus

habitantes, y que distan entre sí unos diez y ocho kilómetros, aproximadamente.

Pero el resto de la isla, a derecha e izquierda de esa depresión, se perfila en crestas más

elevadas. Para el segundo día estaba reservada la parte del Oeste, tras una noche pasada en Ribeira

Grande, donde serían conducidas desde Ponta Delgada las monturas de relevo. El primer día debía

ser suficiente para visitar la parte oriental:

Teniendo en cuenta las sinuosidades del camino, cada día resultaría un trayecto de unos cuarenta

kilómetros. Tarea, en suma, bastante ruda. Con los informes recogidos de Roberto y de los guías,

había Thompson creído deber adelantar hasta las seis y media la partida, que el programa fijaba a las

ocho.

Esta decisión hubo de valerle una escena terrible de parte de Hamilton y de Saunders. Ambos

acólitos quejáronse con violencia de aquellos continuos cambios introducidos en un programa que

debiera constituir la ley en las excursiones.

- ¡Y además, caballero, retenga usted bien esto '-había concluido diciendo Saunders, separando

bien las sílabas y subrayándolas-: Yo-no-par-ti-ré-a-las-seis-y-me-dia.

- Ni yo tampoco -había apoyado el baronet, celoso de igualar a su modelo-, y Lady Hamilton

tampoco partirá, y Miss Hamilton hará lo mismo que su madre. Todos nosotros estaremos en el

muelle a las ocho en punto, según especifica su programa de usted, y contamos con encontrar allí los

medios de transporte que el programa promete. ¡Téngalo en cuenta!

Tal vez serían fundadas las observaciones de Hamilton y Saunders; pero Thompson, pese a su

buen deseo de complacer y contentar a sus pasajeros, se sentía ya al término de su paciencia para con

estos dos. Limitóse a saludarlos secamente, sin concederles la menor respuesta.

Dejando a bordo a la joven Thargela, la cabalgata, enteramente parecida a la de Fayal,

emprendía la marcha el día siguiente por la mañana, a las siete en punto, a una señal de Thompson.

Podían notarse en ella numerosas deserciones.

Hallábase ausente el joven matrimonio, y ausente el temeroso Johnson, que continuaba huyendo

de los temblores de tierra.

Ausentes asimismo los Hamilton y Saunders. Ausentes por fin, dos o tres pasajeros a quienes la

edad vedaba una excursión de tanto empeño.

No contaba en total la columna más que con cincuenta turistas, entre ellos comprendido don

Higinio de Veiga, cuyos dos hermanos habían preferido permanecer a bordo.

Gracias a don Higinio, figuraba Blockhead entre los excursionistas. Hubiérale Thompson

Julio Verne
 Agencia Thompson y Cia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora