El día siguiente, 12 de junio, a las ocho de la mañana, el capitán Pip bajó del puente, donde
había pasado la noche, e hizo una visita a Mr. Bishop y al fogonero herido. Ambos iban mejorando.
Tranquilizado por esta parte, el capitán penetró en su camarote, y con mano tranquila escribió en
el libro de a bordo:
«Día 11 de junio. Levamos anclas a las diez de la mañana. Salida de La Orotava de Tenerife
(Canarias) con destino a Londres (Inglaterra). Modificada la ruta directa según órdenes del armador.
Proa al Oeste. A mediodía doblada la punta de Teño. Rumbo al Sur. A la una y media rumbo al
Sudoeste, dejado Gomera a estribor. A las cinco costeada isla de Hierro. Rumbo al Sur, un cuarto al
Oeste. A las seis y media doblada la punta Resigna de la isla de Hierro (Canarias). A las ocho, frente
al puerto de Naos, a cinco millas de la costa, la caldera ha cedido a tres pulgadas por encima del
fondo, ocasionando la extinción de los fuegos. Mr. Bishop, primer mecánico, herido en la cara y en el
pecho, sube con un fogonero desmayado y con graves quemaduras. Declara irreparable el accidente.
Largado todo el trapo. Hechas señales reglamentarias. A las ocho y media virado de bordo. Llegada
la noche, lanzados cohetes, sin resultado. A las nueve virado de bordo. A medianoche virado de
bordo.
»Día 12 de junio. A las dos virado de bordo. A las cuatro virado de bordo. Al despuntar el día
vista la isla de Hierro, a veinte millas al Norte. Sondeando, sin encontrar fondo. Continuamos
derivando impulsados por alisios del Nordeste. A las nueve, hallándome a unas treinta millas de la
isla de Hierro, me he dejado llevar. Puesto proa al Sur, un cuarto al Oeste, haciendo rumbo a las islas
de Cabo Verde.»
Habiendo puesto punto final, el capitán se tendió en el lecho y se durmió tranquilamente.
Por desgracia, no todos los pasajeros del Seamew poseían aquella serenidad de alma que
permitía al valiente capitán Pip referir en términos tan breves y sencillos unos tan singulares
acontecimientos. La víspera, por la noche, había faltado muy poco para que se declarara el pánico y
se hubiesen tomado al asalto las lanchas, como si fuese inminente el naufragio del malhadado navío.
Todo, sin embargo, se había calmado, gracias a la sangre fría del comandante, en quien se tenía
instintivamente una general confianza.
Durante, empero, una gran parte de la noche los pasajeros habían permanecido en el spardek
comentando las circunstancias del accidente y discutiendo sus consecuencias probables. En aquellos
grupos no se hallaba ciertamente Thompson en olor de santidad. Así, pues no tan sólo había atacado
a sus suscriptores en el bolsillo, sino que hasta ponía su vida misma en peligro. Con una inexcusable
inconsciencia habíales económicamente embarcado -las frases de Bishop eran aplastantes a este
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Julio Verne Agencia Thompson y Cia.
Ciencia FicciónAgencia Thompson y Compañía es una novela poco conocida del autor francés que se corresponde a sus años de madurez. El relato de Julio Verne satiriza inicialmente el turismo británico como nueva actividad empresarial organizada en el último tercio...