Décima tercera palabra: Acerico

739 68 13
                                    


| | Acerico | |

También llamado alfiletero. Es una almohadilla pequeña que se usa para clavar en ella los alfileres y agujas que se quieren tener a mano. También se refiere a una persona sobre la cual otros soportan sus lamentos o cargan de culpa.

.

Después de despedir a Charlotte en la parada de autobuses el lunes por la mañana, cambié su nombre por el de Thích Nhat Hanh (o solo Hanh), un maestro zen vietnamita cuyos pensamientos y planteamientos eran muy racionables a pesar de las raíces de las cuales surgían, lo que lo había llevado a ser nominado al premio Nobel de la Paz en 1967. Charlotte se iría a Kamloops, donde vivían mis tíos John y Gabrielle con su hija Rowina, y mi abuela Isabelle, pasaría tres semanas cuidando de ella y ayudando al resto de la familia, lo cual me dejaba a cargo de la casa y mi propia vida; el solo repasar las tareas diarias me hacía sentir, hablar y pensar como Charlotte. Recibí múltiples llamadas suyas durante los primeros días, los chicos iban a visitarme porque rara vez salía de casa, e incluso Iris se la mantenía adentro, con el hocico en dirección de la puerta, siempre atenta por si mi madre decidía aparecer.

Charlotte no fue la única que decidió cambiar su contexto. La familia de Meredith organizó un viaje a las montañas de Banff, en Alberta, esa aventura que ella hacía junto a Becca y Florencia la cual excluía al grupo masculino de la familia Basso, y también a mí. Pero ellos, los excluidos, tenían un plan para ese fin de semana también. La idea de acampar no me parecía demasiado atractiva, pero cuando se lo conté a Charlotte, ella hizo un gran esfuerzo para convencerme de que podía ser algo positivo para mí, y terminé aceptando.

En el auto, el único panorama era una extensa repetición de árboles altos y esbeltos que, capa tras capa, se lograban ver frondosos y poderosos, como una masa continua que enmarcaba la vía o protegía el interior de algo que no visitaríamos. 

Los recuerdos me acorralaron en ese momento, atrapados bajo una sábana con estampado de follaje verde y la tenue luz amarilla de la lámpara que entibiaba el ambiente aunque ya fuese de día. James utilizaba paraguas, sillas, mesas pequeñas y almohadas para armar una carpa en la cual desayunaríamos con nuestras piernas cruzadas solo los domingos porque el resto de los días se marchaba antes de que yo despertara. Era extrañamente conmovedor ir por primera vez a un campamento de verdad, una emoción y ansiedad chocante me recorrió por las venas durante las primeras horas, las mismas en los que procuré alejar a mi propio padre de mi mente, y fracasé porque lo único que veía era ese paisaje que gritaba su nombre una y otra vez.

Fueron solo seis horas de viaje. Pepe manejó la camioneta de Ted porque éste tuvo una madrugada muy atropellada y durmió casi todo el camino sobre el hombro de su gemelo, Tory, quien no quitó los ojos del teléfono todo el trayecto, mientras que Paul estuvo al frente supervisando al conductor de dieciocho años mientras cantaba esas canciones que yo no reconocía. La cachorra permaneció en mis piernas todo el tiempo, siendo ella la única hembra en nuestra manada que escapa al Este de la provincia para sumarse a nuestra aventura porque nadie más podía cuidarla; y honestamente, su presencia fue muy reconfortante.

Había un área del parque que era muy visitada por turistas como nosotros, pero esta familia de italianos ya había tenido suficientes experiencias en aquel lugar y querían intentar algo nuevo en una zona menos concurrida y un poco más rústica. Nos adentramos entre los árboles hasta conseguir un claro con tierra consistente en el cuál pudiésemos armar las carpas y la fogata. El ocaso se puso frente a nosotros ni bien terminamos de organizar todo para la primera noche. El sonido de la madera quebrándose en las llamas era relajante y constante. Iris se había acostumbrado a los sonidos de la naturaleza plena, pero cada vez que un pájaro cantaba corría en su dirección solo porque les recordaba a las aves que los vecinos mantenían sueltas en su patio. Paul se encargó de poner los malvaviscos en las varas de madera que había limpiado Ted, cada uno se quedó con la suya y comenzamos a calentar nuestro alimento. Tory estaba a mi lado izquierdo, su gemelo al otro lado, a mi derecha Paul y del otro extremo Pepe.

Salad DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora