Séptima palabra: Alienígena

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| | Alienígena | |

Del latín alienígĕna. Palabra que proviene de genĕre (origen, nacer, engendrar) y de aliĕnus (ajeno). Se refiere a los seres originarios de otra tierra, y no necesariamente extraterrestres, como se usa en la actualidad. Es un adjetivo que se usa para hablar de personas extrañas a ciertos ambientes, pero que conservan su identidad ante las distintas situaciones.

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El cielo estaba increíblemente despejado antes de llegar a la escuela esa mañana, el calor del verano ya era notorio así que mi madre encendió el aire acondicionado del auto y puso una canción muy baja y ligera... desde ese momento se sentía como un día poco común pero extrañamente pacífico. Recordé el beso de Charlotte en mi frente antes de subirnos al auto y cómo peinó mi cabello con sus dedos asegurándose que la línea del medio estuviese derecha, aunque ya sabía que al separarnos yo me despeinaría como un niño malcriado.

Desde el inicio de la ceremonia, durante los aplausos por parte de los invitados y el panel de educadores, en la introducción con el himno nacional dirigido por el Sr. Carter e inclusive mientras el Director Katsopolis hablaba de lo ansioso que estaba por saber qué íbamos a hacer con nuestras vidas una vez estuviésemos fuera de la escuela, procuré mirar a mi madre todo el tiempo porque era su reacción la que más me importaba, sin embargo, era imposible no notar la presencia de Florencia y Paul, quienes habían aceptado asistir a mi graduación.

El protocolo continuó como cualquier otro evento, palabras de varios funcionarios y el nombramiento de los graduandos por apellido en orden alfabético. Cuando fue mi turno, traté de no distraerme de mi ruta, caminar derecho y con la cabeza erguida. El director estrechó mi mano con fuerza y decisión. No podría esperar menos de un chico tan ambicioso como usted, había dicho el otro día, y la frase se repitió en mi cabeza mientras me sonreía.

Luego de un momento mi nombre fue pronunciado por segunda vez, invitándome a dar unas palabras en el estrado, tal como se lo había prometido al director.

Caminar hacia el escenario fue la parte fácil, el reto estaba en hacer que las palabras salieran de mi boca apropiadamente frente a tantas personas. Cerré los ojos y sentí el corazón latiendo eufórico. Tomé aire, miré directo hacia el frente e intenté recordar el inicio de mi discurso, pero mi voz me abandonó. Casi podía imaginar a mi madre en su asiento sosteniéndose ambas manos, rezando por mí, mi memoria y mi coraje.

—Autoridades de la escuela, padres y familiares de los graduandos... distinguidos invitados y los principales protagonistas de esta ceremonia, nosotros, los integrantes de la clase del 2015. Buenos días a todos...

Hice una pausa para aclararme la garganta y recordándome a mí mismo que era bueno con las palabras y que esta vez tenía que enfrentar el miedo a compartir lo que había en mi cabeza, y no lo que había leído en algún libro sobre las ideas de otra persona. Pero era mentira. Estaba aterrado por el silencio detrás de mí y los murmullos justo en frente. Pensaba cómo algunos estudiantes les dirían a sus hijos que el discurso de graduación había sido arruinado por un chico canadiense cuyo nombre no recordaban. Seguramente el director había comenzado a meditar qué tan bien lo habría hecho su segunda opción en la lista de alumnos capacitados... cualquiera de ellos habría tardado menos de veinte segundos en empezar, pero la verdad es que yo tampoco quería ser el chico que tardara más de treinta en hacerlo.

Miré hacía el público, mamá con sus ojos fijos en mí y un par de mechones saliéndosele del peinado, evidentemente preocupada y ansiosa, pero la expresión de los Basso era otra cosa... ellos, los que perseguían la metodología del impacto y lo espontáneo, ahora estaban cargados de serenidad, y aunque no fuera enteramente visible desde mi distancia, esos dos pares de ojos azules me hicieron llegar el mensaje de que podía hacerlo bien, que podía hacerlo como cualquier otra conversación con ellos y que no necesitaba ser bueno con las palabras —porque no lo era, al menos no oralmente—, solo necesitaba ser... natural. Entonces volví a aclararme la garganta.

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