Capítulo 19

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-No deberías estar aquí-digo, y la profesora suspira.

-Creo que se supone que esa es mi línea -dice ella, y luego me da una pequeña sonrisa-. Podría darte un sermón sobre dormirte en clase, pero el almuerzo está a punto de comenzar y estoy segura de que no quieres perdértelo.

-¿El almuerzo? -digo, confundida porque acabo de despertarme y estoy asustada, preocupada porque no estaba escuchando nada y entonces... 

Y entonces...

No lo sé.

99-312 nada perezosamente a través de mi mente y comienzo a pensar en algo, recuerdo algo, reconozco algo, y entonces mi cabeza comienza a palpitar, un dolor apretado y punzante.

-Sí, tienes un cuarto período dividido -dice ella-. Clase, después del almuerzo, y luego de vuelta aquí. Realmente... no recuerdas nada. ¿Verdad? -Pone una mano sobre mi escritorio-. Lo siento mucho, Aiden. ¿Te gustaría que te acompañara a ver al consejero?

Sé lo que es un consejero.

Ellos miran los archivos y luego hablan contigo, preguntas tranquilizadoras que llevan a algo de lo que no puedes alejarte, y no puedo ver uno, no puedo, será como estar en esa habitación de nuevo, de nuevo a no saber dónde está 99-312, sin saber a dónde se ha ido.

Él. Era un hombre - 99-312 era, es un hombre -y yo lo vi pero no puedo recordar su rostro, intento imaginarlo y consigo un punzante dolor de cabeza por mis problemas, un rato que corta como un bisturí detrás de mis ojos y por mi mandíbula.

-¿Estás segura?

Asiento y me dirijo hacia el pasillo, moviéndome tan rápido como mi cabeza llena de dolor me lo permite. La profesora no me sigue y me apoyo contra la primera superficie sólida que encuentro, cerrando los ojos contra la presión en mi cabeza. Contra lo que vi pero no recuerdo del todo.

Tal vez fue un sueño.

-Aiden, ahí estás -dice una voz de chica y abro los ojos, veo a Abigail mirándome, ansiedad haciéndola ruborizarse de un rojo agitado a lo largo de la frente y las mejillas-. Alaska está esperando. ¡Vamos!

La sigo, concentrada en ella, en todo lo que veo, en mantener mi mente quieta para que el dolor siga apaciguándose, se vuelva un dolor sordo. Entramos a una habitación enorme, abierta, llena de mesas. Una de las áreas, en el extremo derecho, tiene estudiantes esperando con bandejas de comida, entrando y saliendo de filas, cajas de  cartón coloridas y botellas y cajas en exhibición, esperando a ser tomadas.

 Una de las áreas, en el extremo derecho, tiene estudiantes esperando con bandejas de comida, entrando y saliendo de filas, cajas de  cartón coloridas y botellas y cajas en exhibición, esperando a ser tomadas

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-Pensarías que podrían servirnos comida de verdad -dice Alaska mientras Abby me lleva a una mesa. Ella golpea con el dedo una caja roja llena de papas fritas-. Quiero decir, por el dinero que pagamos, al menos podrían contratar a un cocinero. Un cocinero de verdad. Vi, dime por favor que no vas a comer eso. 

-No, simplemente estaba allí y yo estaba apurada -dice Violet y aleja un sandwich de carne, pan y queso envueltos en papel de aluminio. El papel de aluminio choca mi mano cuando  nos sentamos. Todavía está caliente. Alaska lo coge y lo lanza a un bote de basura cercano, luego comienza a picotear sus papas fritas.

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