Prólogo

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Al crecer, experimentamos sentimientos extraños, en especial uno llamado amor.

Ese sentimiento que te puede hacer fuerte o débil, ese sentimiento que te hace volar, soñar e intentar vivir al límite.

Yo sentía todo eso por Mick Mason, el chico que había sido mi compañero de juegos desde los cinco años.

Él era encantador, preciosos ojos azules, mejillas sonrosadas, piel suave al tacto, cabello castaño sedoso y un cuerpo musculoso. Además me trataba tan bien, me hacía sentir querida, amada, me hacía sentir que le importaba a alguien, que merecía ser tratada con respeto. Estaba segura, era amor.

A pesar de tener quince años, sabía que él era el indicado.

Me equivoqué.

Un día después de Historia Universal me acerqué a él, la noche anterior había decidido que era hora de decirle que lo amaba, que quería pasar el resto de mi vida con él, que quería que él fuera mío.

Estaba apoyado en su casillero hablando con Jessica Parker, la chica más odiosa de la escuela. Apreté los libros contra mi pecho y exhalé, estaba muy nerviosa pero feliz porque sabía que él sentía lo mismo, le toqué el hombro y volteó, me dio una de sus características sonrisas y me preguntó si algo andaba mal, así de protector era conmigo, o al menos eso yo creía.

Le dije que me siguiera porque necesitaba hablar algo muy importante con él, se despidió de Jessica y me siguió, entramos al salón de Química y luego de suspirar repetidas veces, le dije que lo amaba.

Y después mis sueños fueron aplastados, mi corazón destrozado, no puedo repetir las cosas que me dijo, lloré y lloré, lo miré a los ojos y vi algo que nunca había visto antes : falsedad y repudio, dirigidos hacia mí.

Corrí y tropecé, todos se rieron de mí, pero eso no me detuvo.

Llegué a casa y me encerré, no fui a la escuela por una semana a pesar de los esfuerzos de mi padre, no comí durante cuatro días, hasta que mamá me amenazó con quitarme mis preciosos libros, no me importaba ya nada, pero le hice caso.

Ese día mientras las lágrimas caían por mis mejillas me hice una promesa.

Nunca amaría a nadie, porque ¿cómo podrías amar a alguien si ya no tienes corazón?

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