Capítulo 5

909 59 25
                                    



Debí imaginar que mi madre no aceptaría que tuviera solo un armario como había exigido cuando vivíamos en nuestra antigua casa, no. Ella debía hacer todo a lo grande.

Mi guardarropa era casi tan grande como la habitación que debía compartir con Theo y tenía espejos por todas partes. Una pared era exclusivamente de zapatos ordenados por color y para mi desgracia eran todos de tacón por lo que mis pies comenzaron a llorar.

Chanel, Gucci, Versace, Prada, Dior y otras marcas con precios increíblemente exagerados para ser un pedazo de tela colgaban de las perchas. Había muchísimas prendas que sabía que mi madre había comprado para ella y Mel ya que algunos pantalones eran dos talles menos del mío, y ni mi tobillo podría caber ahí.

Tomé algunas bolsas que se habían olvidado allí y comencé a tirar dentro todo lo que no era de mi talla o no pensaba usar en un millón de años, aunque todo lo que estaba colgado no era para nada mi estilo. En eso tomo un micro vestido azul de lentejuelas que era tan pequeño que no sabía si ya contaba como camiseta. La etiqueta aún colgaba y mi curiosidad pudo conmigo por lo que ojeé el precio.

-¿¡QUÉ!? –chillé al ver la suma y la acerqué más a mi cara creyendo que había visto mal, pero no-. Ay Dios necesito aire –suspiré soltando la prenda y abanicándome el rostro.

De más está decir que ese puto vestido valía más que toda la ropa de mi antiguo guardarropas, el cual comenzaba a extrañar. Decidí terminar de sacar el exceso de prendas de las perchas y después de media hora me había deshecho de todo lo que no me serviría, llenando casi treinta bolsas con blusas, vestido, faldas y zapatos. Aún así quedaba tanta ropa como para llenar una tienda departamental, pero eso ya no era mi problema.

Suspiré y me puse a husmear el resto del lugar que estaba lleno de puertas espejadas para así también usarlas de espejo. En eso abro un cajón y dentro encuentro conjuntos de lencería de todos los colores y materiales como encaje y seda entre otros.

-Genial ahora también tengo una dotación ilimitada de ropa interior de prostituta de alta costura –bufé mirando con asco una tanga negra de seda-. ¿En qué mierda estaba pensando mi madre cuando me compró esto? –gruñí sosteniéndola con la punta de los dedos.

-Digamos que tu madre no fue quién eligió eso en especial –se escuchó una voz y al darme la vuelta distinguí a Theo recostando en la puerta-. Fui en persona a elegir lo que hay dentro de ese cajón. Es un regalo de mí para mí por así decirlo.

-Lástima que nunca vas a verme usar esto –sonreí falsamente agitando la tanga en el aire.

-Tanga negra de seda, una de mis favoritas –comentó con una sonrisa y con un bufido la escondí tras mi espalda-. Nunca digas nunca.

-¿Acaso eres una versión anciana y barata de Justin Biber? –pregunté cruzándome de brazos.

-No, soy demasiado sexy y atractivo como para ser una versión de ese tipo bebé –contestó acercándose lentamente-. ¿Te gusta? Mi padre les pidió a tu madre y tu hermana que se encargaran de comprarte lo que necesites –sus ojos se desviaron al montón de bolsas con cosas dentro en un rincón y sonrió-. ¿Debo tomar eso como un no?

-Ya te dije este no es mi estilo de vida favorito, pero entiendo que ahora debo comenzar a convivir con lo que tantos años he evitado –suspiré-. Eso es para mi madre y Mel, no soy talla dos desde que entré en la universidad –me encogí de hombros.

-Sí, no me sorprendería que antes tuvieras ropa de oferta colgada en tu antiguo vestidor –dijo sentándose en uno de los bancos rectangulares.

Matrimonio arregladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora