Capítulo 7

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-¿Qué tal este? –preguntó Mel.

Su dedo estaba señalando un vestido color uva con un escote en V hasta el ombligo, además de que contaba con un tajo cinco centímetros debajo de la entrepierna. Arrugué mi nariz con desagrado al ver el nivel de putizorra de ese vestido.

-No me pondría eso ni para hacer una sesión de fotos en la revista Playboy –contesté y mi hermana bufó.

-Llevamos viendo revistas hace más de una hora y nada de lo que te sugiero te gusta –se quejó arrojando la revista en la mesa de café.

-Eso es porque parece que quieres prostituirme en vez de vestirme para una fiesta de gala –la reñí y entrecerré mis ojos en su dirección-. ¿Melisa Martin qué estás tramando?

-Ay pero qué poca confianza me tienes –se cruzó de brazos fingiendo estar molesta.

-Mels... -advertí.

-Ok, ok solo tenía la pequeña esperanza de que si te veías provocativa habría más posibilidades de ser tía –refunfuñó.

¿Ké?

Juro que desearía estar bebiendo agua para escupirla de forma dramática.

-¿Qué? –chillé en un hilo de voz sintiendo que todo el oxígeno abandonaba mis pulmones-. ¡¿Estás loca?! –grité más compuesta controlando mis ganas de ahorcarla.

No la mates porque la necesitamos para esto. No tenemos un miligramo de sentido de la moda en todo el cuerpo.

-Ya no te acalores hermanita –me tranquilizó-. Tampoco era para que reaccionaras de esa forma, es que Lucrecia tiene una sobrina tan linda que creía que sería divertido tener un bebé en la familia, eso es todo.

-Pues ten uno tú –espeté a lo que frunció la nariz.

-Tengo apenas dieciséis Marissa ¿cómo se te puede ocurrir siquiera pensar en que yo pueda tener un hijo a esta edad? –abrió mucho los ojos con horror.

-¿Y tú esperas que tenga uno a los veinte? –contraataqué y rodó los ojos.

-Tú ya estás vieja, es normal que tengas hijos y esa cosas –hizo un ademán con la mano.

-¡Vieja tu abuela! –grité mientras la golpeaba con una de las revistas de moda hecha un rollo.

Por suerte estas cosas tienen como cuarenta páginas y son bastante duras.

La belleza duele.

-¡Ay! ¡Ya para! ¡me clamo! ¡me calmo! ¡Eres muy hermosa y joven! –chilló escudándose con uno de los almohadones.

-Y que no se te olvide –asentí dejándola en paz.

-Qué humor –bufó acomodándose el cabello todo revuelto por el altercado-. ¿Acaso tu esposo no sabe cómo hacer feliz a una mujer en la cama?

-¿Mels quieres sentir lo duro que es el mundo de la moda otra vez? –pregunté.

-No –chilló cubriéndose con el almohadón.

-Entonces cierra el pico –espeté y volví a abrir la revista en un vestido que me había interesado-. ¿Qué tal este? –le pregunté y negó energéticamente.

-Creo que está bien para una viuda de setenta años –espetó y fruncí el ceño.

-¿Qué tiene de malo?

-Primero y principal tiene un cuello que es completamente cerrado además de las mangas largas y es de terciopelo ¡estamos en verano por Dios! –espetó arrancándome la revista de las manos y lanzándola lejos.

Matrimonio arregladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora