Capítulo 1

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  • Dedicado a Efrain Servin
                                    

CAPÍTULO 1

A esta hora tendría que estar dormida o viendo la maratón de alguna serie policiaca, mientras espero que Andy llegue por mí. Habíamos quedado para ir al cine, se muere por ver la película de moda. Pero no, heme aquí, en casa de Nico haciendo una reseña sobre la extraña vida de Salvador Dalí. No todo esta tan mal, debo admitir. La compañía es agradable, demasiado agradable. No estoy segura si son mis hormonas o el hecho de que Dalí me parece un anciano bien conservado, pero no puedo dejar de ver a Nicolás. Me ha recibido después de levantarse muy tarde este sábado.

Mientras él investiga en la internet, descubro que la cara que pone cuando esta pensativo es la más sexy que tiene. Arquea un poco la ceja izquierda y saca la lengua mientras lee. Es adorable, tanto que es digno de verse, incluso de tocarse y lo haría si pudiera. Con mis dedos repasaría el contorno de sus ojos, también las ojeras que se le dibujan en estos momentos. No entiendo como la idiota de su…bueno, lo olvido, no quiero pensar mucho en ella.

Con toda la confianza del mundo me recuesto en su cama, sintiéndome afortunada de haber llegado tarde el día que se asignaron los equipos en el taller de Historia del Arte. Juro que sí, de lo contrario, no estaría en la habitación de Nicolás Cortés, la persona más genialoza del mundo.

—¿En qué piensas?—pregunta él sin despegar los ojos de la pantalla. Ahora busca en otro sitio web.

—En nada—sonrío.

Si, tal vez Nico no es tan popular como los muchachos que salen en las películas que son capitanes del equipo de lo que sea en la escuela. Más bien, es famoso entre aquel reservado grupo de tercer año que lo conocemos por ser muy simpático con todo el mundo, inteligente y caritativo. Una prueba de ello eran los eventos que había organizado él solo para juntar dinero y regalar comida a varias instituciones sociales. Para resumir los halagos, debo decir que Nico es el Robin Hood de nuestra preparatoria, el Napoleón Bonaparte del equipo de ajedrez y el Don Juan Tenorio que atrapó mi corazón desde el primer instante.

Mientras divago románticamente con él, repaso una a una de sus maravillosas y extrañas cualidades hasta que recuerdo un pequeño detalle. Uno que me molesta bastante desde hace algunas semanas: su ex novia. Probablemente el único defecto que tenga. ¿Cómo he podido olvidarme de Rebecca? Si su foto aún yace pegada en el espejo del cuarto de Nico.

No puedo negar que Rebecca Mejía es bastante guapa como para dejar de admirarse y demasiado sexy para pasar desapercibida. De hecho, me siento tentada a buscar su foto en el diccionario para comprobar que aparece como ejemplo de la palabra Lolita. Ya saben, por la actitud seductora y la forma de hablar. Pero con todo eso, debo admitir que es buena persona, un poco hipócrita y manipuladora si me preguntan pero nunca se ha metido conmigo. Incluso he charlado con ella en el baño de la escuela por lo que siento que no tengo nada en su contra, excepto solo su relación pasada con Nico.  Como sea, dejaré a un lado el hecho de que Nico sigue pensando en ella. No quiero ponerme de mal humor cuando estoy tan contenta.

Después de un rato, miro mi reloj: van a ser las siete de la noche y no hemos terminado el trabajo. Nicolás se la ha pasado contándome chistes o dándome los resúmenes de cada programa que ve en la tele. También jugamos Rock Band un rato y eso, aunado a los silencios cómodos, nos ha atrasado demasiado.

Puedo justificar fácilmente la pérdida de tiempo: cuando tienes una fijación romántica como la mía, ni las tareas de Dalí ni los amigos esperando en el cine parecen importar. En ocasiones así, solo el “objeto romántico” sale a nuestra vista, iluminado por  alguna luz incandescente a sus espaldas.

—Lo siento, me senté arriba de la lámpara—Nico se excusa, y a la vez se explica aquel extraño hecho.

Juro que puedo estar enclaustrada en su cuarto respirando el olor de su perfume por mucho tiempo como si se tratara del mismísimo aire. Es más, puedo convertirme encantada, en uno más de sus muebles y artículos de colección, pero Nico rompe mis pensamientos:

Yo, Cecilia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora