Capítulo 2

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CAPÍTULO 2

La estoy cagando pero en grande.

 —¿En dónde estás?— pregunta Andy por teléfono, mi amiga se escucha claramente alterada.

No sé qué contestarle exactamente, pero no estoy en la tierra, eso es seguro.

—En...mi casa. Es decir, en la casa de Nico, ¿por?

—¿Qué carajos haces allá?, quedamos de vernos a las 8:00 para ir al cine.

Ya ni me acuerdo qué película. Ni siquiera sé con exactitud quién es Andy y honestamente, si sé la hora es porque ella me lo dijo. Es de esos momentos en los que no sabes cómo demonios llegaste a tal punto y repasas uno a uno los pasos que diste para estar como estás.

—Estamos haciendo el trabajo de Arte. Nos hemos tardado más de lo normal porque Wikipedia no sirve — alcanzo a responderle a Andy, apenas si puedo aguantar un jadeo. — Ya sabes cómo se las gastan los informáticos hoy en día, David lo dice todo el tiempo, ¿recuerdas? Bill Gates es un... — soy interrumpida.

—Cuélgale— me dice al oído Nicolás.

Su voz me pone la piel de gallina, pero de buena manera. O bueno, no sé si es sólo su voz o el hecho de que besa mi cuello con pasión lujuriosa mientras hablo por teléfono. Hace unas cosas con las pestañas que...

—Pues apúrale y mueve tu gran trasero a mi casa, tal vez alcancemos la función de las 9:00—ordena la extraña con la que hablo por teléfono.

—Haré todo lo posible por llegar, pero no sé a qué hora vamos a acabar porque sabes que este trabajo es importantísimo Andy así que..."kjj", ¡estoy pasando por un túnel!, "kjj"— le cuelgo, lanzo el teléfono a un lado y regreso a la maravillosa tierra media de los brazos de Nicolás.

Ni idea de cómo pasó todo, simplemente en dos segundos se nos ocurrió quitarnos casi toda la ropa. No hubo tiempo para ponernos a pensar en qué carajos nos estábamos metiendo y bueno, también soy muy fácil de convencer, lo acepto (Más si ese proceso se inicia con besos y palabras bonitas). No sé cómo me quitó la blusa sin darme cuenta. Sé que algo va pasar porque llevamos más de una hora devorándonos a besos y acariciándonos sin pudor alguno, solamente en ropa interior. No dejo de preguntarme en qué punto habíamos dejado a Dalí a un lado y en cuál habíamos decidido manosear nuestros cuerpos de manera tan...pecaminosa, como diría mi abuela. Ah, sí lo recuerdo: yo adorable, él adorable, todos semidesnudos.

Nicolás es maravilloso con las manos, las caricias son lo suyo. De repente me da un poco de vergüenza cuando comienzo a sentirme húmeda ahí abajo, pero supongo que él se encuentra igual porque siento que algo duro se roza contra la tela de mis bóxers casi desde que comenzamos. ¡Quién diría que Nicolás tenía un gran equipo escondido debajo del soso uniforme escolar! Bueno, es que con ese uniforme todos nos vemos aburridos. (Dios mío, ¿qué hago yo pensando de esa manera tan pervertida? Mamá, ¡perdóname!)

Después de mi boca, Nico comienza a besar mi cuello nuevamente y a lamer tiernamente el lóbulo de mi oreja. Eso provoca que suelte muchas risitas ahogadas, sobre todo porque con sus manos, masajea la parte en donde me siento todos los días. Sin duda, mi trasero esta mejor en sus manos que en la butaca del cine al lado de Andy. Gracias al cielo que no hay nadie en su casa, porque estamos a punto de comenzar con las palabras obscenas y sería una lástima decirlas en voz baja.

—¿Te gusta?—me pregunta él sin despegarse de mi cuello.

¿Qué si me gusta? ¡Me encanta! No tenía idea de que Nico era igual de sensual que el mismísimo Edward Cullen. Es más, si me dice lo del León y la Oveja seguro que me da una especie de orgasmo prematuro (Aunque, no sé cómo rayos se sienta tener uno)

Yo, Cecilia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora