Capítulo 18

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CAPÍTULO 18

¿No es horrible cuando estas soñando cosas agradables y de repente, te despiertas queriendo volver a dormir? Cierras tus ojos y los aprietas fuerte, fuerte porque tienes la estúpida esperanza de que haciendo eso, tu mente diga: "Ah claro, te regreso a la parte en donde te quedaste" y de repente, vuelvas a dormir para continuar con aquel sueño perpetuo que quisieras que jamás acabe. Bueno, a mí me ha pasado, pero todo lo contrario durante varias noches. Las pesadillas y sueños extraños han jugado con mi mente de manera horrible, haciendo que al puro estilo de las películas de Freddy Krueger, me niegue a dormir. Ni los zombies ni Rebecca tienen la culpa esta ocasión, más bien ahora si fue cosa mía. Una escena escabrosa y un chillido tras otro se escuchan cada que consigo caer en el sueño. Creo que de no ser por la situación que atravieso, Caroli ya me hubiera sacado del cuarto a patadas desde hace varios días.

Despierto con un tremendo dolor de cabeza, además de que tengo un sabor rancio en la boca—Dice mi mamá que así sabe la hiel, supongo que es algo científico—. Casi puedo jurar que así se despiertan los borrachos todos los días cuando se debaten entre ir a rehabilitación o no. Yo también llevo algunos días debatiéndome entre ir o no, pero a la escuela, no piensen mal. La verdad es que últimamente no me dan ganas de nada, ni siquiera de molestar a Chris o de hablar con mis amigos. No es que quiera estar triste a propósito. Esto que siento es involuntario, aunque sí, yo contribuí para estar en este estado.

Así que para darle un nuevo, dramático e inesperado giro a mi vida, esta mañana he decidido ir a pesar de que aún me duele todo: mi cuerpo, mi mente y sobre todo, mi corazón. Ajá, suena extraño, ¿no? En realidad nadie en el mundo se ha muerto por amor o la pérdida de este. Es solo que este amor que yo perdí era diferente. Me lo repito una y otra vez desde aquel día en el hospital en donde, en un minuto tenía todo y luego nada de nada.

Detengo mis telarañas mentales lo más que puedo. Si me pongo sentimental y esquizoide no querré ir a la escuela jamás. Me preparo rápido para ir a clases, y veo que mi familia secretamente se alegra porque he decidido salir de mi encierro, incluso mi mamá me da más dinero para el almuerzo y mi papá me lleva sin poner peros. Si estuviera en modo normal trataría de sacarle provecho a la situación, pero ahora eso no me importa. Sé que debo concentrarme, sobre todo distraerme con lo que en realidad eran mis prioridades a principios del año: mis amigos, la escuela, las tareas o no sé, quizás también una campaña en contra del sexo entre los adolescentes. Para estas fechas ya debí tener algún tipo de asociación, o mínimo, haber hecho una marcha alrededor de la escuela. En serio, no sé en qué rayos estaba pensando cuando me acosté con Joaquín. De eso sí me arrepentiré toda la vida.

Cuando llego al salón, rechazo la idea entre lo que pude hacer y no hice por tonta. No es hora de lamentarme por nada, más bien para comenzar a tomar cartas en el asunto. Debo ponerme al corriente en todas mis clases y materias si quiero salvar el año. Seguro con eso tengo para olvidarme de todo un rato hasta que lo veo, él me ve. Hace más de una semana que no lo hacía.

—Siento raro que Nico y tú se miren con odio—Andy suspira y yo le acompaño, dirigiendo mi mirada hacia otro punto del salón.

No puedo ver el rostro de Nicolás. Siento tanta vergüenza de hacerlo, incluso más que cuando me vio desnuda. No merezco estar siquiera cerca de él porque soy la mierda más grande del mundo y apesto más que tres costales de estiércol. Respiro profundo y al mirar de reojo, veo que Iker me lanza una sonrisa tristona como forma de saludarme. Se la regreso y entonces, recuerdo su famoso mantra: así es la vida.

—¿Qué le voy a hacer, Andy?, así es la vida. Es lo que hay por ahora—repito, regresando mi mirada a los apuntes de David que estoy copiando de pies a cabeza.

Yo, Cecilia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora