Capítulo 8

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CAPÍTULO 8

Estar embarazada no es tan malo como parece. Bueno, borren eso. Puede que sea malo, solo que no lo he notado para nada. Si, tal vez en unos meses, cuando suba de peso y tenga hemorroides cambie de opinión al respecto, pero ahora, la verdad no tengo mucho de qué quejarme. No he tenido vómitos ni mareos, o más sueño del que normalmente tengo. Al contrario, siento que tengo una pila inagotable y de no ser por mi obvio estado, correría sin chistarle las veinte vueltas a la cancha que el maestro de Educación Física me acaba de pedir. Le digo que me duele la rodilla y comienzo a hacer el camino a trote lento, muy lento. Nico pasa al lado mío varias veces, pero yo ni siquiera lo volteo a ver. Si lo hago, probablemente me den ganas de abrazarlo o alguna cosa romántica, así que mejor me concentro en hablarle a Andy o en burlarme de la pésima condición física de David.

Me he acostumbrando a rechazar a Nico, ya que hace dos semanas que corté con él y eso, junto con mi problema de fertilidad, ha hecho que lloré como un bebé todas las noches. Ya saben, escucho mi canción depresiva favorita (Una de Cat Stevens que le encanta mi papá) y luego me mentalizo para llorar un rato. Todo esto claro, mientras escribo cosas emos sobre el amor y sus decepciones en mi libreta/diario. No sé por qué me pongo así, si yo no quiero a Nicolás en el amplio sentido de la palabra. Simplemente él me gusta demasiado, eso es todo.

Así paso todos mis días, aunque en las clases es peor. Hacer como que Nico no existe, es algo de locos. En Arte, le hablo solamente para propósitos necesarios como pasarme el lápiz o prestarme goma. Él me observa como si fuera un bicho raro, creo que no comprende el porqué de mi repentino alejamiento. Se me queda viendo con una expresión de "¿Y qué rayos le hice a esta loca para tratarme así?" No pienso decírselo por supuesto. Por primera vez en mi vida me siento una rompecorazones, una inalcanzable hija del infierno. Obviamente, embarazada o no, eso me eleva un poco la autoestima. Incluso me siento como la desgraciada de Rebecca, que es capaz de traer a Nico delirando de amor. Hasta que llegué yo por supuesto, aunque eso no duró mucho para mi gusto.

Luego del ensayo del viernes, veo que Nicolás y Rebecca se van juntos de la escuela. De no ser porque me dan unas ganas tremendas de vomitar, los seguría, pero mejor me dirijo al baño a hacer lo propio, con Andy deteniéndome el cabello para evitar manchármelo.

—Pobre Ceci. El sobrino te la está haciendo pesada.

—Ni lo digas. Es mi primera náusea verdadera— le digo bajito porque alguien está en el baño lavándose las manos pero sale de inmediato dejándonos solas.

Andy me ve con ojos tristes, y luego, hace igualmente una cara de vómito. Sé que está sintomatizándose igual que yo. Si yo lloro, ella lagrimea; si yo vomito, ella siente nauseas. La nuestra es una amistad muy rara, y esta es una de esas pruebas.

—Creo que nos debemos algo rico después de tantos días de stress, así que porqué no vamos a comprar un té helado y luego nos sentamos a observar a la gente que pasa. Con eso seguro te sientes mejor— sugiere Andy.

Ella tiene razón: me siento como en el cielo cuando nos sentamos en la plaza comercial con nuestras respectivas bebidas, a comenzar el sagrado ritual de crítica destructiva.

—No sé tú, pero esa tipa tiene celulitis en las piernas— me callo un momento. — Espero que dentro de algunos meses a mi no pase igual, ¿te imaginas? ¡Con celulitis a los diecisiete!

—No lo creo, tienes buenos genes, no como esa chica de rosa a la que se le ve horrible el pelo— señala Andy a una chica con obvios problemas de cabello grasoso.

Nos quedamos como parias un rato en frente del café más famosillo de la plaza. Todo va bien, nos divertimos sanamente, hasta el momento en que la vida me recuerda que me odia, que no soy para nada su hija favorita y que probablemente me voy a quedar sola toda mi existencia ya que sin esperármelo, veo que Nico y Rebecca están sentados en una de las mesas para dos de aquel café. La postura de ambos es de obvio coqueteo: cuerpo erguido, sonrisa socarrona y sexy, cejas levantadas y lo más notable: ambos muerden sus labios. Me siento terrible y sin querer, comienzo a hiperventilar, quiero salir corriendo. Andy también ve la escena y se alegra por completo, ni siquiera se ha dado cuenta de lo que me pasa.

Yo, Cecilia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora