Cosas que no querían saber

526 79 72
                                    

¡Hola! ¿Adivinen quién está publicando en la semana que debía? ¡Correcto! ¡Karen lo hace!

Parece que por fin hice las paces con mis pendientes y a pesar de que estoy un poco vuelta loca en lo profundo de mi corazón y que mi lista de pendientes sigue siendo excesivamente larga, las cosas empiezan a regularizarse.

Como sea, los dejo para que puedan leer.

Cosas que no querían saber

Por más que los semidioses trataran de evitarlo, había algo que siempre, siempre, les complicaría la vida. Y no estaban hablando de los dioses o los monstruos, tampoco de la Niebla o de los mortales —aunque todo eso también embrollaba su existencia—, sino sencillamente de algo mucho más... básico, por decirlo de alguna manera: su concepción y nacimiento.

Para todos aquellos cuyo progenitor divino era un hombre, esto no representaba ningún problema porque habían venido a este bello mundo de la manera natural, humana y mortal —aunque tampoco nadie quería averiguar exactamente cómo era eso, bastaba con ver a Will Solace—, pero para aquellos cuya madre era una deidad...

Y la gente se preguntaba por qué ese problema de identidad. La respuesta era sencilla: ¿alguna vez alguien había visto la imagen de una diosa, no ya a la diosa misma, embarazada? Ni siquiera los católicos tenían impresiones de la Virgen María de esa forma —o al menos no una que los semidioses hubieran visto—, así que... bueno, ya se entendía.

Pero ésa era sólo la punta del iceberg. ¿Cómo demonios era posible que integrantes de una misma cabaña sólo tuvieran diferencias de un par de meses en cuanto a fechas de nacimiento?

La cabaña de Atenea, para desgracia de todo el campamento, tenía una hipótesis.

Los dioses podían dividir su esencia en varias partes, ¿cierto? Bueno, ¿qué tal que lo que pasaba era que las diosas dividían su forma original de tal manera que les permitiera que uno de sus clones permaneciera fresca como una lechuga mientras que otra parte de ella llevaba a cabo la gestación oculta en algún lado?

De comprobarse esta teoría se aclararían de un solo tiro dos incógnitas: cómo nadie nunca había visto a una diosa embarazada y cómo una diosa podía tener hijos tan seguidos, pues podían separar su esencia las suficientes veces como para poder hacer todo eso. Bonita forma para dar al traste con la medicina mortal, en serio.

Sin embargo... ahora que había salido a colación el asunto sobre los hijos de Atenea... quizás esta hipótesis no era tan descabellada a comparación con los propios nacimientos de los integrantes de la cabaña 6.

Y eso dejaba otra interrogante. Si para que Atenea resultara embarazada bastaba con un interés puramente intelectual y no uno físico o sexual... ¿significaba eso que podía tener un hijo con otra mujer?

Más allá del problema sobre la homosexualidad y la simple extrañeza que la mera pregunta planteaba estaba el hecho de que no era científicamente posible. Aunque claro, a los dioses eso los traía sin cuidado.

Atenea misma había salido de la cabeza de su padre —lo que tampoco era científicamente posible, pero ya se había establecido que eso no importaba—, y Hefesto había tenido un hijo con un pedazo de lana así que... si existía la reproducción asexual y con objetos inanimados... ¿por qué no la homosexual?

Tártaros, en serio tenían que dejar de preguntarse esas cosas.

Quizás los héroes de ambos campamentos habrían continuado discutiendo sobre la concepción de los semidioses de la sexta cabaña del campamento griego pero, desgraciadamente, siempre que lo intentaban los hijos de Atenea se levantaban de su sitio y dejaban la sala. Incómodo.

Pero bueno, insistía Solace, divino o no, el parto seguía sin ser algo bonito, así que era su culpa por andar de metiches preguntando cosas que realmente nadie quería saber. En serio, no querían saber de partos ni aunque fueran mortales.

Bueno, esta vez no hay un agradecimiento específico, pues varias personas pidieron otro capítulo sobre este tema después de que publicara Concepciones extrañas, además de que las preguntas de este capítulo, como tal, fueron de un amigo -ese que siempre me ayuda con estas cosas-, y mías.

Prometo que dentro de dos semanas tendrán por aquí el capítulo nueve y... ¡esta es mi última semana de clases! Ya casi tengo vacaciones, ¡así que espero poder escribir mucho durante este tiempo!

¡Nos leemos pronto!

Dudas existencialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora