Gustos culinarios

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Bueno, ¿qué puedo decir? ¡Hola! Sé que estoy dos semanas retrasada, pero es que ustedes saben que el tiempo y yo sencillamente no nos llevamos bien... Sucede que ya hoy regresé a clases y, obviamente, todo ahorita es una locura... Pero no se preocupen, sé cuántos capítulos les debo y prometo que pronto los tendrán por aquí, a más tardar el fin de semana.

Creo que es todo lo que tenía que decir así que... ¡espero que lo disfruten!

Gustos culinarios

Cuando se trataba de dioses, sin duda alguna las cosas se tornaban confusas; no era para menos, quizás, pues tenía que ser difícil encontrarse con algo que supuestamente controlabas y que era tu "poder" cada vez que salías a la calle.

Midas, sin ir más lejos, había encontrado que tener poderes sobrenaturales no era tan envidiable, aunque hubiera sido él un simple mortal que había tenido esa capacidad de transformar todo lo que tocara en oro sólido durante apenas unos días.

Sin duda alguna debía ser más complicado para los dioses, que tenían que vivir con sus poderes por toda la eternidad.

Quizás no fuera tan importante, no para los dioses al menos, pero para un simple mortal resultaba indispensable: ¿qué comían, cómo comían? ¿Existía algún alimento que, dados sus poderes o atributos sobrenaturales no pudieran comer?

Por supuesto, los semidioses conocían el néctar y la ambrosía, pero era cierto también que en muchas ocasiones los inmortales se cansaban de la comida divina y consumían alimentos verdaderos; mortales, podía decirse.

El problema no era eso, los dioses estaban en total libertan de comer lo que les entrara en gana, pero... Era innegable, por ejemplo, que dioses como Dionisio no tenían problema alguno cuando se trataba de consumir el objeto de su poder, pero otros dioses como Poseidón, digamos, que reinaba sobre los océanos y podía comunicarse con los animales de sus dominios... ¿no sentían acaso remordimiento al sentarse a la mesa y comer un coctel de camarón o una mojarra frita?

Frank, que podía transformarse en todos esos animales, aunque no reinaba sobre ellos, se sentía culpable de pensar en comérselos, y ni siquiera podía comunicarse con ellos, por lo tanto el argumentaba que los dioses tampoco consumían a sus súbditos; sin embargo, había personas como Percy y Nico que sostenían que los inmortales no tenían ese tipo de conexiones sentimentales ―después de todo, casi no veían a sus propios hijos, sangre de su... ¿icor?, ¿qué se podía esperar de ellos, que apreciaran más a sus siervos del reino animal?― afirmación con la que buena parte del campamento estaba de acuerdo.

La cabaña de Atenea, por ejemplo, afirmaba que en varias ocasiones había visto a su madre comer olivas sin preocupación alguna, aunque quizás no era lo mismo que el protegido que te comías fuera el fruto de una planta a un animal que te hablaba.

Deméter y Zeus no parecían tener ningún problema con ese tipo de cosas, pues aunque en algunos lugares del mundo sí se consumía a la serpiente, Deméter no era el tipo de persona que se sentaba a comer estofado de reptil.

Entonces llegó el turno de Thalia de afirmar que, podían decir lo que quisieran, pero a ella le constaba que Hera sí comía carne de res, ante lo que la cabaña de Afrodita de inmediato afirmó que su madre era incapaz de comer paloma asada o en consomé, y, pronto, lo que había comenzado como una inocente pregunta a la cena se transformó en una guerra de comida, en donde los que salieron peor parados fueron los semidioses a quienes no les importaba lo que comieran o dejaran de comer sus progenitores divinos.

Finalmente, fue Quirón quien, golpeando el suelo de madera con sus cascos, llamó la atención de sus alumnos para preguntar, cabaña por cabaña, si a todos les gustaba la misma cosa y cuando ―como tenía que suceder―, todos negaron y se quejaron de los gustos culinarios de sus hermanos, el viejo centauro apuntó que ocurría lo mismo con los dioses.

Algunos, como a Hera y Poseidón, no les importaba que lo que estaba en su plato en cierta forma fuera un súbdito suyo; otros, como Apolo y Afrodita, lo protegían con ferocidad y se sentían ofendidos si alguien se atrevía a tocar a sus animales o plantas sagradas.

Los dioses eran extraños, continuó Quirón, aunque no tan diferentes a los mortales o sus hijos mestizos como pudiera parecer a simple vista, por más que pareciera lo contrario.

Al final, todo se resumía en los gustos culinarios de cada uno de ellos, no tanto en sus poderes.

Muy bien, esta duda fue comentada por Maituu14 así que... ¡muchas gracias! La verdad, me divertí mucho escribiendo este capítulo.

Ahora, esto es algo que no quiero decir pero... prefiero que lo sepan desde ahora a que les caiga de sopetón... estamos acercándonos a los últimos capítulos... planeados tengo sólo uno o dos más así que... quiero agradecerles de todo corazón el apoyo que me han brindado.

¡Nos leemos pronto!

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