Tú eres mi estrella. (Finalizada)

Remiendo de heridas

Cuatro meses se cumplían hoy desde que el pecoso desapareció sin dejar rastro alguno, la melancolía se marcaba en el rostro de tsukishima, todos los del club de Voleyball estaban al tanto de la noticia, claro está que el rubio jamás justifico las razones por las que el moreno se fue, y así las supiera no las diría. "Si tan sólo te hubieses quedado a mi lado".

Caminó serenamente hacia su casa perdiéndose en el silencio y la oscuridad de la noche, encendió su mp3 y comenzó a sonar esa melodía que le calmaba un poco el alma, la misma que estaba musitando cuando todo se soluciono con tadashi, se sentía solitario, echaba de menos la compañía del más bajo y las anécdotas que animadamente le contaba en su camino de regreso a casa, aunque el moreno pasaba por una situación dura el jamás dejo de sonreír para el megane, añoraba cada uno de las abrazos y besos de el azabache y los tiempos de antaño donde cada vez que salían de entrenar iban a comer algunos pastelillos, y recordaba el día de su accidente, todo se habría complicado menos si no hubiera cruzado la calle, sonrió inconscientemente dándose cuenta después de que había caminado más de la cuenta y se encontraba unas cuadras mas adelantes de su hogar, a pocos metros de la casa de Yamaguchi.

El pecoso no vivía ahí desde que sus padres fallecieron, la casa había estado desolada por muchos meses y sin tacto alguno él se dirigió a esta sacó las llaves de la casa, porque claro que las tenia, Yamaguchi se las dio expresamente, y las ajustó a la cerradura, con duda abrió la puerta y tal y como estaba antes se encontraba el lugar, lleno de polvo, sin servicios y por esta razón se vio obligado a abrir bien las ventanas y caminar cautelosamente para que la oscuridad no hiciera de las suyas y chocara con algo, delineo con sus dedos los muebles y los electrodomésticos, encontrando así bajo un cojín el viejo pijama de Yamaguchi.

-este idiota... jamás se dio cuenta de que lo dejó aquí –lo guardo en su maletín y avanzó escabulléndose en las profundidades de la casa, le pareció ver la sombra de las escaleras, y la poca luz reflejada por las ventanas le permitió encontrarlas a la distancia, las subió cuidadosamente y ya encontrándose en la planta de arriba entró a la habitación de su pequeño pequitas-kun. Todo seguía igual que antes, a excepción del armario vacio, y los libros de texto del colegio que se había llevado consigo donde tu tía, lo que más de sorprendió fue ver que dejo sus cosas favoritas en ese lugar.

-T-tadashi... -susurro entrecortadamente y las lágrimas comenzaron a brotar inconscientemente de sus mejillas, trató de pararlas pero simplemente no pudo, tenia ojeras de el insomnio y los ojos hinchados de tantos días que se la pasaba rompiendo en llanto, se acostó sobre la cama y aspiro el aroma de su pareja que había quedado impregnado permanentemente sobre las mantas de esta, se levanto luego de unos minutos y siguió hurgando en su habitación, encontrándose así con un par de guantes que el mismo le había comprado por el invierno, estaban una pequeña cajita donde habían varias cosas de valor para el pecoso, ordenó un poco la habitación y tuvo que abandonar el lugar al percatarse de que eran las 11:05 de la noche, estaba seguro de que sus padres le darían mil sermones y reprimendas pero valdría la pena.

El año escolar estaba a punto de terminarse y kei había estado haciendo las tareas a nombre suyo y de Yamaguchi, esperando así que cuando el azabache volviera como le había insinuado el pudiera avanzar de curso con él, las practicas en el club eran más ajetreadas y abundaban más partidos amistosos, puesto que los de tercero pronto abandonarían el colegio y sus ansias de jugar de percibían a flor de piel.

Intentó por todos los medios encontrar a tadashi e incluso tomo valor y habló con su tía, pero ella estaba tan despreocupada que ni respuestas le dio. No se había rendido aun, sin embargo sus ganas de intentarlo disminuían con los días, perdía la esperanza de poder verlo.