TRANSPARENCIA

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Nadie podía notarme porque Dios no me había otorgado un color. Pensé eso por mucho tiempo, hasta que asistí a una ceremonia celebrada por gente que me parecía muy familiar, quienes lloraban gritando mi nombre, escrito en una losa. Así entendí que Dios sí me había otorgado un color, pero yo lo había perdido. 

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