Dentro de su casillero había una carta; la agarró con entusiasmo. El sobre estaba sellado con una pegatina de corazón mucho más linda en comparación con los recibidos días anteriores.
Entró en el aula y vio su pupitre repleto de dibujos y mensajes hechos por sus compañeros. Agarró después una rosa blanca puesta encima de la mesa y volvió a sonreír. Ya era la tercera flor de la semana.
Al salir de las clases vio al guapo de la escuela guiñándole un ojo, acompañado de sus compañeros. Los demás chicos también estaban guiñándole un ojo mientras se reían. El comportamiento de ellos no le resultó normal y entonces, de pronto, entendió algunas cosas:
1- Las cartas no eran de amor, sino de burla.
2- Lo escrito y dibujado en su pupitre eran mensaje de odio con feos dibujos imitándola.
3- Las flores blancas aludían a un deseo por verla muerta.
4- El chico no le guiñó el ojo: se estaba mofando de un tic en su ojo izquierdo.
Aún así, no le dolió saber la verdad.