Delante de mí apreció, con las manos manchadas de aquel líquido rojo que yo conocía tan bien. Me sobresalté cuando lo vi sujetando un cuchillo, por el cual se deslizaban las gotas del mismo líquido hasta llegar a la punta y cayeran las suelo. Decepcionada, me alejé de él, sin saber reaccionar al acto cruel.
-Perdóname-dijo con voz entrecortada, relamiéndose los labios.
Yo eché un suspiro.
-Para la próxima-contesté-, las fresas me las como yo.