Capítulo 9

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Los rayos del sol entraban a través de las ventanas mientras el sonido del riachuelo se extendía en todas direcciones. Albert movió suavemente su cuerpo mientras abría sus ojos con dificultad a causa de la claridad.

Se puso en pie y miró a un lado para descubrir un pequeño armario donde relucientes túnicas de color blanco aguardaban para ser usadas. Agarró una de ellas para deslizarla por su cabeza, cayendo ligeramente hasta sus rodillas. Tomó entre sus manos un broche de oro para prensarlo a la derecha de su pecho. Dejó escapar un fuerte suspiro y comenzó a caminar.

Salió de la casa a toda velocidad. Bajó las escaleras en dirección al angosto camino de tierra para adentrarse en el bosque, y mientras caminaba se dio cuenta de que sus pensamientos estaban serenos, permitiéndole sentir la felicidad de encontrarse en su verdadero hogar.

Mientras atravesaba el bosque, un fuerte sonido se dejó escuchar en todas direcciones. Se detuvo en seco ya que aquel sonido sólo podía provenir del campo de entrenamiento, así que cambió su curso. Otro sonido se escuchó pero esta vez, haciendo estremecer las hojas de los árboles.

"¡Folis Mollis!". El grito fue sustituido por una explicación que estremeció todo a su paso. Débiles aplausos provenían de la distancia mientras veloces pasos iban y venían.

"¡Ahhhh!... ¡Ovis Duplum!". Se escuchó más cerca.

El suelo se estremeció cuando un árbol cayó en medio del campo. Albert corrió a toda velocidad para ver cómo un chico de cabello azabache se movía con agilidad para dejar en libertad una técnica que hizo derrumbar otro árbol.

Seguidamente, un muro de piedra se elevó sobre su cabeza para obstruir su camino pero el chico dejó escapar de sus manos dos hojas idénticas que, al hacer contacto con el muro explotaron.

El chico se movió con rapidez para esquivar los escombros que volaban en todas direcciones.

"¡Folis Mollis!". Seguía lanzando su técnica para destruir los enormes fragmentos de piedra que volaban hacia él.

De su mano salieron dos hojas totalmente idénticas, cruzaron el aire a toda velocidad dejando un destello de luz amarilla como los rayos del sol, al hacer contacto con el muro hicieron explosión, derrumbándolo en pedazos para liberar su camino. El chico se detuvo para reincorporarse, giró sobre sus pies en dirección a Albert.

"¡Piscis hermano!... ¡Bienvenido!". Gritó aquel joven mientras se acercaba a toda marcha.

Albert reconoció aquella energía, al verlo su rostro se iluminó con una enorme sonrisa, sintió un destello salir de sus ojos mientras observaba a su hermano.

"Géminis... gusto volver a verte". Le dijo Albert una vez que Géminis estaba frente a él.

"Veo que has recuperado parte de tu memoria". Dijo Géminis un poco agotado por el entrenamiento.

"Sí... ya comienzo a recordar gran parte de mi vida en este mundo... aún debo comprender muchas cosas". Respondió Albert.

"La primera de ellas es aceptar cuál es tu verdadero nombre... y que eres el dios del signo Piscis". Dijo otro chico acercándose.

Aquel chico era de la misma estatura que Albert, con un cuerpo marcado y gruesos brazos, unos ojos verdes aceituna, cabello rubio y cejas pobladas; sus movimientos danzaban con el correr del aire, y llevaba la misma vestimenta acompañada de una ligera tela de color amarillo como los rayos del sol.

"Tauro". Lo saludó Albert mientras le dedicaba una sonrisa.

"Bienvenido hermano... te hemos estado esperando durante varios meses". Respondió Tauro al llegar.

"Veo que eres igual de ágil como lo recuerdo". Le dijo Albert a Géminis.

"He tenido un fuerte entrenamiento durante estos dos últimos meses". Respondió Géminis aún recobrando el aliento.

"Sus técnicas han mejorado un setenta y cinco por ciento desde que llegó aquí". Añadió Tauro.

"Aún no sabemos la razón por la cual estamos aquí". Dijo Géminis mirando a sus hermanos.

"Desde nuestra llegada no hemos recibido ninguna información... solo hemos hablado en privado con uno de los Dioses que sobrevivió en la última guerra". Aclaró Tauro.

"¿Con qué motivo?". Preguntó Albert con interés.

"Para recuperar con más seguridad nuestros recuerdos... nuestras vidas pasadas fueron muy importantes... y debemos estar seguros de todo lo que sucedió... de esta manera sabremos el por qué estamos aquí", dijo Tauro mientras el delicado viento movía su cabello.

"Solo debes esperar a ser llamado", dijo Géminis.

"Por ahora... necesitas comenzar tu entrenamiento", dijo Tauro mirando a Albert.

"Mi entrenamiento aún no termina... puedes observar y analizar el campo así te familiarizas con él", dijo Géminis.

"Estoy de acuerdo.

"Acompáñame.

El Zodíaco 1: La ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora