El Cofre de Leo

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              El clima de aquel día era Pesado, una extraña energía se percibía en el mundo de los Dioses, el frío se extendía a lo largo y ancho del territorio del Zodiaco acompañado de oscuras nubes, las cuales ocultaban el sol. Las tenues sombras producidas por el opaco día se reflejaban sobre la hierba que crecía entre el bosque, débiles silbidos se escuchaban en distintas direcciones del lugar, silbidos producidos por las corrientes de aire.

Aquella energía se extendía desde las fronteras del mundo de los Dioses hasta cubrir cada uno de los templos pertenecientes a las divinidades que allí habitaban.

Aquella energía era perteneciente a la oscuridad, esta aún no podía causar daño alguno en las zonas de los inmortales ya que no contaba con la fuerza necesaria para tomar posesión sobre los diferentes territorios.

Aquellas criaturas que acompañaban a la oscuridad, habían llegado a los límites del mundo de los Dioses llevando con ellas una orden dada por su Dios Jigoku, la cual era apoderarse de los territorios fronterizos pero fueron exterminadas en aquel combate contra los ejércitos de los principales Dioses del Olimpo.

Las grises nubes de aquel cielo obstruían el paso de los rayos del sol, eliminando así el verdadero resplandor de aquel maravilloso mundo donde solo había perfección.
Unos ojos azulados observaban el panorama desde una de las ventanas de su hogar, la profundidad de sus ojos era similar a la profundidad de aquel lago, el cual permanecía en calma, su piel palidecía aún más cuando las heladas corrientes de aire rosaban su cuerpo, el suave color rojo de sus labios sufrían un nuevo proceso de coloración, tornándose en un rojo tan vivo como la manzana, sus cabellos ondeaban con suavidad acariciando su frente.
Su cosmos permanecía atento a la existencia de aquella energía, nunca en su vida la había percibido de aquella manera, en otras ocasiones había tratado de localizar su ubicación para descubrir a quien pertenecía pero era difícil de hacerlo, lo único que sabia sobre ella era que pertenecía a un ser oscuro, el cual tomaba fuerza con el tiempo.

Sus pensamientos desbordaban en su mente como una enorme cascada, llenando su mente con miles de ideas, las cuales podían ayudarlos a descubrir con más rapidez el paradero de aquel Dios que era reconocido como el portador de la destrucción, el caos y la oscuridad total.
Sus ojos miraron en dirección al lago, un pequeño movimiento de agua se produjo llevando con él débiles olas que poco a poco tomaban forma, aquel movimiento tocó tierra firme produciendo un sismo que se expandía a toda velocidad, llevando con él un destructivo sonido que se acercaba con fuerza para estremecer todo aquello que se encontraba en su camino.

La pradera donde se encontraba ubicada su casa, se estremeció con gran magnitud causando en su cuerpo un impacto contra la pared más cercana. Algunos de los arboles más débiles, se desprendieron de la tierra para caer sobre la suave hierba. Permaneció tendido en el suelo mientras cerraba sus ojos para localizar el epicentro de aquel desplazamiento de tierra, solo tardó un segundo para darse cuenta que el movimiento inició en las profundidades del oscuro lago.
El fuerte movimiento de tierra duró algunos minutos, lentamente el sismo fue disminuyendo hasta detenerse por completo, se levantó con cuidado en dirección a la ventana para observar parte de su pradera destruida. Sus pasos fueron rápidos mientras se alejaba de su habitación, una vez fuera en la pradera, corrió a gran velocidad hasta llegar a los limites del lago, hizo una imagen detallada de toda la zona en busca de algo inusual pero, aparentemente todo estaba en orden. Sabia que el epicentro había sido en el lago, así que debía adentrarse en él.
"¡Piscis!". Gritó Virgo llegando a los limites del lago, junto a él se encontraba Escorpión.
"¿Se encuentran bien?". Les preguntó Piscis.
"Si... Estamos bien". Respondió Virgo.
"¿Qué acaba de suceder?". Preguntó Escorpión observando el lago.
"No lo sé... Pero hay algo ahí dentro que causó este sismo". Aclaró Piscis.
"Entonces... ¿El epicentro provino de las profundidades del lago?". Dijo Virgo con curiosidad.
"Si... Pero no se que lo pudo haber causado". Respondió Piscis, esta vez mirando a sus hermanos.
"¿Sientes eso Piscis?". Le dijo Escorpión acercándose aún más al lago.
"Si... Es como si hubiera algo que me llamara". Respondió con tono nervioso.
"Debemos entrar... y debemos hacerlo ahora". Dijo Escorpión despojándose de sus vestimentas para quedar al desnudo.
"Yo no siento nada... ¿Qué sucede?". Preguntó Virgo un poco confundido.
"Aún no estamos seguros pero al parecer solo los de elemento agua podemos sentirlo". Aclaró Piscis dejando sus vestimentas sobre el suelo.
"Bien... Iré por los demás y aguardaremos a su regreso". Dijo Virgo alejándose del lugar.
Se adentraron al lago mientras sus cuerpos cambiaban de forma, sus manos se alargaban dejando fuertes pliegues de piel entre sus dedos, sus pies pasaban por la misma transformación, sus pulmones se adaptaron al agua para proporcionar la respiración necesaria para su sobrevivencia. Nadaron rápidamente hasta la profundidad del lago para buscar la fuente de aquélla energía, la cual atraía sus cuerpos como un imán. Sus brazadas eran suaves y lentas mientras trataban de mantener una conexión con aquélla fuerza.
Mientras más se acercaban, el agua parecía más clara, dejando ver a lo lejos una enorme figura negra, se detuvieron para analizarla, el rostro de Escorpión mutaba a un color pálido mientras los pensamientos abordaban la mente de Piscis, minutos después un recuerdo llego a sus ojos reproduciéndose como una pequeña propaganda. Aquella figura pertenecía al monumento de piedra, el cual tenia tallado los cuerpos de sus hermanos.
"Leo". Escuchó la voz de Escorpión en su mente.
Piscis le dio un vistazo a su hermano, le sorprendía que tuviera aquella habilidad de comunicarse a través de los pensamientos, algo que no le parecía bien ya que en cualquier momento podría leer las mentes de los demás o eso era lo que pensaba. Una vez más dirigió su mirada hacia aquella sombra, la examinó unos segundos hasta darse cuenta de algo, no era la misma figura que recordaba, había algo diferente en ella, dudo unos segundos para luego dar algunas brazadas hacia adelante.
"No... Espera". Dijo la voz de su hermano.
"No temas... No hay de que preocuparnos". Pensó Piscis en espera a una respuesta de su hermano ya que no sabía como funcionaba aquella habilidad.

El Zodíaco 1: La ReencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora