Capítulo 3.

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Cuando Ana y Amaya llegaron a la cafetería, algunas personas estaban en sus mesas y a otras, las servían aún la comida. Ellas eran de las del último grupo. Casi nunca había nada que estuviese bueno, siempre solía haber algo que llevase verduras. Algunas personas, como la dulce e ingenua Tessa, disfrutaban de esas comidas.

Esa chica morena de ojos marrones era tan dulce y tan esbelta, que resultaba imposible no caerte bien. Siempre tenía algún libro en las manos, aunque se lo hubiese leído más de una vez. Y nunca se cansaba de ellos. Era de las pocas personas del internado que siempre estaban dispuestas a ayudarte, aunque ellas estuviesen peor que tú. Y eso se agradecía.

Se dirigieron a la mesa donde siempre se sentaban, en la que se juntaban con Ry y Celia. Ya estaban hablando otra vez de la mierda que conllevaba estar sometidos a ese centro.

Se saludaron y se pusieron a comer sin mediar palabra, ya que estaba prohibido armar mucho jaleo en la hora de la comida. Pero de pronto entró la directora y hubo un silencio más grande que el de antes. Se puso en el centro de la sala haciendo que todos sus alumnos la mirasen y la prestasen atención; iba a hablar.

-Bien, buenas tardes. He venido aquí para informaros de que hemos encontrado otro preservativo en los baños y quiero saber quién ha sido el que ha hecho tal cosa. -Hablaba con autoridad, les causaba temor a todos porque sabían que el culpable tendría un cruel castigo. -Si no sale, yo misma diré su nombre. Y será mucho peor.

McKlagen era de temer. Cada vez que un alumno salía de su despacho, salía asustado, atemorizado o simplemente maltratado. Cada vez iba a peor y cada vez la gente tenía más miedo, menos dos personas; Denis y Seb.

Denis ya estaba acostumbrado, y Seb no lo temía, porque sabía que no lo sufriría. No tanto como sufrió en su pasado.

-Bien. ¿Nadie? -La mujer seguía metiendo prisa y la gente cada vez sudaba más. -Genial. Dimitri Petrov, a mi despacho, ahora.

Todo el mundo se giró en dirección al chico nombrado y este con cara de atemorizado, se levantó y se fue acercando poco a poco a la mujer.

Al parecer el vagabundo se había tirado a cualquiera y había dejado pistas pero, ¿cómo? ¿Cómo había descubierto McKlagen que había sido él? Siempre sabía todo y nunca había un por qué.

La directora y Dimitri desaparecieron de la sala para irse a su despacho y todos los demás guardaron silencio para lo que faltaba de comida.

Ya cuando todos terminaron se dirigieron al salón central; por fin iban a devolverles los móviles.

Cuando llegó el turno de Ana y Amaya, que iban juntas porque había que ir de dos en dos, McKlagen apareció sin Dimitri, pero con Olivia.

La chica tenía atadas las manos por si intentaba hacer alguna locura y miraba a todos con ojos psicópatas. Estaba despeinada y tenía la ropa echa una mierda. Se la llevaba al bosque; todos los viernes hacía lo mismo.

La dejaba allí, quién sabe donde y hasta el domingo no iba a buscarla. A sus alumnos les contaba que se la llevaba a una cabaña, supuestamente. Pero todos sabían que eso era mentira.

A Celia siempre le había llamado la atención ese bosque, a pesar de que había ido más de una vez. Se decía que por las noches se veían cosas inexplicables o sonidos extraños. Y a ella eso la emocionaba aún más, por eso intentaba salir los findes de semana, para intentar descubrir algo. Y esta noche iría con alguien más a buscar cualquier cosa, si lograba convencerle.

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