El amanecer del día siguiente pareció saludar la mañana con un cielo encapotado y lluvioso, como siempre solía pasar. Eider estaba cansada y agotada por todo lo que sucedió en la noche. No pudo descansar bien por temor a que Dimitri, Olivia o cualquier otra persona viniesen a hacer daño a Amaya, a Ana o cualquier otra persona. La morena de ojos azules seguía callada tras su larga noche de sueños sin sentido. No tuvo más pesadillas a parte de la que tuvo la anterior noche, pero decidió que era mejor no decir nada por si acaso. No iba a cantar victoria tan pronto.
Mientras tanto, la rubia se sentía rara. Su cabeza y espalda tenían un dolor indescifrable, notaba cansancio y de tan solo pensar que era lunes y faltaba una larga semana por delante, tenía ganas de suicidarse, metafóricamente dicho. Celia seguía observando a estas tres chicas, a parte de a Tessa. Últimamente estaba más pendiente de ella por todo lo que estaba pasando, no quería que la pasara nada. Bueno, ni a ella ni a nadie, pero esa pequeña morena era un caso especial, literalmente.
Cada una en su clase, cada chico en su aula. Todos daban la asignatura que les tocaba cuando, en el aula de química, interrumpieron llamando a la puerta. Seb, Eider, Denis, Ana y Ry se encontraban en esa sala y levantaron la cabeza cuando McKlagen entró acompañada por alguien. Una chica morena de media cabeza rapada, ojos demasiado oscuros y rostro serio e impactante. La directora se acercó a la profesora Shan, la cual tenía orígenes japoneses, y le dijo algo al oído. La profesora asintió e indicó a la nueva compañera dónde podía sentarse. Su nuevo sitio, por ahora, sería al lado de Ana, ya que su hueco estaba libre, pues Mia era la que se sentaba ahí siempre.
Una corriente eléctrica recorrió la columna vertebral de la chica cuando la morena se sentó a su lado. La miró sin escrúpulos y esta la devolvió la mirada, sentándose después. La profesora se dispuso a hablar, señalando a la nueva chica.
-Bien, chicos. Esta es vuestra nueva compañera, Tannia. -Todos centraron su mirada en esta, pero la morena no hacía caso de ninguna de ellas. Tenía su vista fija por la ventana, proyectando las pequeñas gotas de lluvia que caían sin cesar a demasiada velocidad.
Tras la pequeña presentación que dio Shan, se centró en seguir con su clase. Ana, durante toda la hora, estuvo mirando de reojo a Tannia, que seguía con la vista perdida en las afueras del internado.
-¿Qué pasa? -Preguntó Ry desde atrás, ya que se sentaba justamente detrás de ella.
-Nada. -Contestó la morena de ojos azules secamente, dirigiéndole una pequeña mirada demostrando que no tenía importancia.
En realidad, sabía que si que la tenía. Notó algo raro en la tal Tannia desde el momento en que apareció por la puerta, pero decidió no decir nada. No quería ni pensarse que se estuviera volviendo loca. Pero si que se quedó un poco asombrada y asustada cuando, al volver a mirar a la morena de ojos oscuros, vio por la ventana que Dimitri estaba bajo la lluvia, apoyado en uno de los fuertes troncos de los árboles del bosque. Parecía que Tannia le estuviese mirando pero, ¿por qué? Y, ¿qué hacía Dimitri allí?
Claro, ninguna de las dos sabían sobre lo ocurrido en la noche. En realidad, nadie lo sabía, más que Eider. Hizo caso al consejo que Ash le dio antes de desaparecer, el cual era no contarle absolutamente nada a nadie. La pálida del pelo negro estaba apoyada sobre una de sus manos, mostrando aburrimiento y duda. Duda por lo que estaba pasando y lo que faltaba por pasar. Pareció ser que Seb se dio cuenta, ya que decidió empezar a hablarla, susurrando.
-¿Qué ocurre? -La preguntó cerca del oído, ya que ambos compartían mesas.
Eider tan solo negó con la cabeza, manteniéndose en su misma posición. El moreno apretó la mandíbula y se removió en la silla, incómodo por su negación.
-Te conozco, y algo te pasa. Quiero saber el qué. -Preguntó nuevamente, esta vez sonando más autoritario.
-Te he dicho que no me pasa nada, de verdad. -Susurró la chica mirándole apresuradamente.
Justamente cuando Seb iba a proseguir con su disputa, el timbre salvó a la pálida. Esta recogió con rapidez sus cosas y se dispuso a salir del aula, pero tuvo que detenerse cuando vio que la profesora Shan estaba rígida, totalmente quieta. Parecía petrificada. Se acercó a ella cuando todos los demás salieron, excepto Ana, Tannia, y Seb, que parecieron darse cuenta también de postura de la profesora. De repente, Shan levantó su mano y dictó con el dedo índice hacia uno de los espejos que habían en el aula, al final del todo. Los cuatro alumnos se giraron en esa dirección y Ana y Eider se taparon la boca cuando vieron lo que había en uno de ellos. Una sombra negra, totalmente extraña y desconfigurada estaba frente a la profesora.
No tenía forma humana, si no que era otra cosa imposiblemente indescifrable. Las luces parpadearon una vez, dos veces, tres veces. A Ana se le calló el alma a los pies. Estaba pasando lo mismo que pasó en el sótano cuando Mia murió. Primero las luces parpadearían, luego se apagarían, y al final alguien terminaría muerto. Y eso fue lo que ocurrió.
Las luces se fueron. Por inercia, Seb se acercó a Eider y la sujetó del brazo, y Tannia y Ana se quedaron donde estaban. Cuando se encendieron de nuevo, Shan estaba colgada en la pared. Tenía una gran sonrisa dibujada en la garganta de la cual chorreaba sangre sin parar. Sus brazos estaban descuartizados y puestos en el suelo.
Tannia tragó saliva, pero no pareció nerviosa. Tenía la presión arterial baja, estaba tensa, pero no asustada. Se notaba que había pasado más de una vez por una situación como aquella. Pero, ¿cuándo, y de dónde había salido esta chica? Ana no pudo evitar a una de las lágrimas que amenazaban con salir de sus preciosos ojos que salieran, pues una pequeña gota calló al frío y blanco suelo del aula. La profesora Shan acababa de ser asesinada, pero, ¿por quién? No había nadie más que los cuatro alumnos y ella misma en el aula, y el asesinato fue demasiado deprisa. ¿Quién cojones había sido ahora?